Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
GUERRILLAS Y GUERRILLEROS 329 provincia de Y auyos quedaba encerrada entre las fuer zas enemigas Su situación era tanto m ás comprometida, cuanto que, por su proximidad a la capital, podían lanzarse con frecuencia des tacamen– tos en emigos para dominarla o ex terminarla". "Es tos m ismos habitantes tenían a su cabeza un bravo y activo compatriota suyo, nombrado por Arenales desde la sublevación de 1820, y cuyo nombre, sens{blemente, no se recuerda ahora (18 ). Al gunas armas y municiones habían recibido, por auxilio, del E jército Libertador; pero supieron proporcionarse algunas otras m ás por sí m ismos, arrancándolas de manos del enemigo. Estos elem entos, sin embargo, no eran su ficientes para arm ar a toda la población y ha· cerla invencible; pero conocieron que, en la forma y disposición de su territorio, podían desplegar una ventajosa superioridad, emplean– do un método defensivo, a la m oda de sus an tepasados ( 19 ). Con esta con fianza, se habían preparado desde que recibieron las circu– lares y p roclamas del general Arenales (al volver de la segunda ex– pedición penetradora) haciendo saber la próxima salida de los rea· listas de Lima" ( 20). "Toda la población de Yauyos respondió a este llamamiento, tan de veras , que, cuando presumido, La Serna penetró por allí, ya estaban retiraaos los víveres y forrajes; las casas abandonadas y so– litarias; y los caminos, cortados en todos los puntos estrechos e in– dispensables. Las familias, con sus ganados y útiles, habían emigrado a las más retiradas alturas. Toda la gente de pelea - hasta los mu– chachos - dividida en trozos, 9cupaba los picos dominantes de los desfiladeros, convirtiéndolos en inexpugnables castillos. Los que te– nían armas de chispa y blancas formaban las guerrillas en los ba– jos, sosteniendo continuos tirokos y refugiándose en los boquetes la– terales, según les convenía. Así se hizo un brillante ensayo de lo que llamamos guerra de montonera". "El general Arenales sintió una viva complacencia al ver reali– zadas las esperanzas que había concebido de los patrióticos esfuer– zos de los y~uyos y es justo confesar, en honor de ellos, que nadie había imaginado que llevarían a tal extremo su decisión y arrojo. Sin limitarse a una inerte defensiva, afligieron de tal modo al ene· migo, que la muerte y dificultades insuperables le cercaron por t o– das partes y a cada instante. El fuego inquietaba los campamentos durante Ja noche. Los que ocupaban las eminencias aprovechaban (18) Era Juan Evangelista Vivas . (19) Contra los Incas. (20) O sea la retirada de Canterac, ptime'.r'o, y cíe La Serna despué ·
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