Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
FUERZAS REALISlAS DEL CENTRO 29 II El 13 de noviembre se entró en Huanta, dominada la totalidad de los viajeros por el espectáculo encantador de la campiña en que como una oleada de sangre y de espuma, se empinan los edi– ficios y tejados de la bella población, recostada entre verdes sem– bríos y arboledas, y templada suavemente por el hálito de fuego de las selvas próximas a su circuito, a la par que por las nieves inextinguibles de sus montes circundantes. Bien quisieran perma– necer allí los momentáneos huéspedes, aun más enternecidos por las lisonjeras complacencias de ardiente recepción; pero, tras breve descanso, el mismo 13, continuóse el 14 a Luricocha, para atrave– sar en seguida el puente colgante de Máyoc (2), hasta ese instante cuidadosamente custodiado y defendido por la columna de grana– deros (vencedora el 11) del teniente Borja. Río y puente de Máyoc constituyen el límite boreal de la jurisdicción huantina; y penetró– se, al salir de ésta en la subdelegación de Tayacaja. III Del 14 al 16 procedióse, con más factible senda y abundantísi– mos recursos, a través de Churipampa, Coris (punto éste elevado y frígido), Paucarbamba (pradera de flores); Coleabamba la de– leitosa, por la delicia de su temperatura, terrenos feraces y sobre abundancia de riego; y el empinado Tacllacurí, azotado por los vientos y famoso por sus papas sin rival. El 16 tocóse en Pampas, "población tan grande como la de Huanta; muy bien situada, sobre un hermoso campo circunvalado de cerros" (3); y en la cual el general Arenales, gracias al intenso y espontáneo espionaje de que, mediante el elemento autóctono, dispusiera en todos los alrededores, recibió nuevas extraordinarias. IV Tratábase del intendente de Huancavelica, don José Montene– gro y Ubalde (4); moqueguano , educado en la Península y vuelto al Perú en 1818; coronel de infantería de línea, que, al imponerse (2) Existente desde la época de lo Incas, hecho de grandes cables de cabu a, mediante la horadación de dos opuestos peñascos. (3) Roca, loe . cit ., pág. 394 . (4) Camba y otros le apellidan Monteverde, por error.
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