Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA CUESTION DE JAUJA 41 II Ya no sólo la descubierta - uno de cuyos soldados tornó vo– lando a dar el aviso - sino la columna entera, iluminada po·~ la extraordinaria esplendidez de esa histórica noche, divisaron bten a regular distancia el oscuro cordón de las tropas realistas, que en ese momento comenzaban a ascender por la fatigosa cuesta, en el usual conocido "orden de marcha". Mudos los clarines, para no eliminar los efectos favorabilís1mos de toda sorpresa, dio Lavalle la voz de "paso al trote"; paso en que avanzaron los independientes, en hileras de a cuatro ''los oficiales agregados inclusive, siempre colocados en el puesto de honor de vanguardia", hasta la cuesta misma, que, empezaron a escalar a su vez. Montenegro y su gente, sin prever la acometida a que apres– tábase esa fuerza, aunque diminuta, heroica y aguerrida, fuerza que sin sospecha ni noticias suyas, pisaba ya sus huellas, procedía par– simoniosamente, a media altura, sin más precaución que el des– prendimiento de una fila exterior, constituída por sargentos biso– ños, puestos a su retaguardia para avizorar y contener pronto al enemigo. Repentinamente, encontráronse éstos últimos envueltos por la descubierta patriota, que de ellos hizo la primera presa de su au– dacia y su denuedo. Las pisadas del escuadrón, perdidas en el mugido estentóreo de los vientos de la serranía, permitió, sin tropiezo alguno, ponerse a unos cuantos metros de los perseguidos, que, ya en orden dis– perso, por lo abrupto del camino, expusiéronse a más eficaz ofensa e ineludible fracaso, como vamos a ver. III La "cuesta de Jauja" es la falda escarpada y fragosa de un alto cerro que, en el laberinto de cumbres de la cordillera occidental, confluyente al nudo bravío y espeso de Paseo, se levanta, en sen– tido del septentrión, a las afueras de la ciudad, iniciando el sendero que conduce a la bella población de Tarma. Por esa falda, suave al principio, empinada después y áspera al fin, desarrollábase la antigua estrecha vía, en vueltas y revueltas serpenteantes, a semejanza de los anillos de magna boa que en pleno sueño distendiese el enroscado cuerpo, caracoleando de plano a cima.
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