Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
42 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ Dos líneas de pencales, ora verdes como la luciente hoja de naranjo, ora azuladas como lisas lajas pizarreñas, abrían sus pl 1- meros ostentosos en las dos parale!as del camino· plumeros coro– nados por el nudoso y delgado tronco de los magueyes, que, com<• erectos obeliscos, creyéranse plantados un día para hacer el trazo de la abrupta senda. A un lado y otro de esta última, tendía, como hoy mismo, su ríspido manto, rasgado por profundas quiebras, el peñascal de la parada cumbre, si no imposibilitando, dificultando toda operndón militar y aún todo armónico movimiento. IV Son las diez de la noche en punto, cuando, en alas de los ven– tarrones regionales y sordamente reiterada por los ecos que S\! aconchan en las "concavidades y quebradas" de esas sierras, rl"– suena prolongada y aterradora, a espaldas mismas del adversario , la clarinada épica, espantosa siempre, de "¡a la carga!". El pequeño escuadrón se dispara, cómo el huracán, sobre los fugitivos, que de pronto no aciertan a comprender lo que ocurre, pero que, con el instinto claro e instantáneo del peligro, se desorde– nan, se empujan, ceden, corren y enredan en su propia avalancha. Lavalle, siempre a la cabeza, sable en alto, vuela pavoroso diri– giendo sobre su blanco aquella masa de hierro, que todo lo de– rrumba, pisotea y despedaza. Como "el camino es estrecho y no permite que el escuadrón forme en batalla", cruza éste en compacta columna a dos de fondo. Es un torrente, un alud pujante, arrollador, incontenible, formida– ble ... Los oficiales agregados, no queriendo quedarse atrás de su jefe, que precede aquella estampida, transformado en un ángel ex– terminador, saltan sobre las pencas laterales, y, oprimiendo, los ijares de sus brutos con el punzador espolón, vuelan, a su vez, entre las quiebras y los riscos, para a diestra y siniestra, ser de los pri– meros en acometer. V Montenegro da, desde el comienzo, la voz de "desplegar en ba– talla con frente a retaguardia" para recibir la furibunda carga; pero, o el espanto y la col}fusión hacen la maniobra imposible de cum– plir; o el terreno mismo veda el necesario despliegue; o, en todo .· .- ;.r .,,~····· . "'.; ~ ·, . , \ ~~. ~.}• . . . .... ~·
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