Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

CAMPA~A TERMINAL, DEFINITIVA, DE LA INDEPENDENCIA NOR PERUANA 537 El 12 la división, ya reunida, llegó al Tambo del Visitador, pun– to emplazado aquende el ya mentado río, y en el que hubo que ha– cer alto para reponer el puente destruido; operación que acabó por efectuarse el mismo 12, bajo los ininterrumpidos fuegos del adversa– rio. No obstante "haberse fortificado éste con buenas trincheras, fue a viva fuerza desalojado también de ese lugar ventajoso, que que– dó asimismo por las armas de la Patria" (20). El capitán Reaño, destacado, como siempre a la vanguardia, hizo aquel día prodigios de valor. Distinguióse a su lado, hasta merecer una recomendación especial del comandante en jefe expedicionario, el capellán de las tropas independientes fray Juan Aguilar, quien, empuñando un fusil, acometió como un simple soldado al enemigo, avanzando más cada vez, y colocándose al fin en las filas delante– ras, sin desprenderse un momento de su hábito talar. XII El día siguiente ( 13 de setiembre) se pusieron los patriotas fren– te a Rioja, ciudad próxima a Moyobamba, del lado de occidente. La "encontraron ocupada por las armas enemigas, decididas a defen– derla a iodo trance, parapetadas en las tapias y en las casas" (21). Sin la menor demora ni vacilación, Arriola pronunció la orden de asalto; acto en el cual se empeñó la división entera, transfigura– da por el entusiasmo y la decisión que de su pasado y de sus glorias eran de aguardar. Los cívicos trujillanos, cajamarquinos y chachapo– yanos -fogueados ya antes estos últimos- tornáronse también una nidada de héroes, contagiados por el ejemplo y poseídos del es– tímulo que con su impávida bizarría diéronles sus camaradas. Lapo– bre población viose invadida por todos sus extremos, y pronto, coro– nada de espeso humo, fue un infierno de ruido y de metralla. Media hora de un fuego sostenido fue bastante para conquistar, casi simul– táneamente, cuantos parapetos habían levantado los rebeldes a las entradas y en las calles de la ciudad. Cuando, ya en las bocascalles de la plaza de armas de ésta, resonaron y diéronse a los vientos los to– ques de ¡a la bayoneta! y ¡a la carga!, Quiles y su gente, diezmada y descaecida, pusiéronse en vergonzosa y desordenada fuga; fuga en la que, a pesar de todo, resultó imposible "seguirlos y alcanzarlos, por la fatiga en que estaban las tropas vencedoras después de esa acción y de una larga marcha" (21). (20) Parte de Martínez ya cit . (21) Op. vol. et loo. cit. (22) Doc. cit.

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