Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
546 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ bar desertando de las filas independientes y pasándose, en una se– gunda traición, a los realistas ( 1823). Aldao, su segundo, jefe verdadero y casi único de la "división del sur", como van a acreditarlo los hechos posteriores; era un men– docino de humilde cuna y muy pobre moralidad, pero favorecido por la naturaleza con dotes sobresalientes para la carrera en que acaba– ba de entrar; a saber, inteligencia clara, visión nítida y previsora, ac– tividad infatigable y valor a toda prueba. Había, en edad temprana, abrazado la vida monacal, y, tras lar– go noviciado en el convento de Santo Domingo de Mendoza, orde– nándose in sacris; sólo que ejerció a medias los deberes del sacerdo– cio, y aun reveló, con una conducta inquieta, renitente y hasta es– candalosa, el hecho de haber errado su vocación. Bien que mal (más mal que bien), religioso era en 1817, cuando San Martín preparaba, en el legendario campamento del Plumeri– llo, las huestes, pequeñas, pero escogidas, con que proponíase re– dimir a Chile; y tomaba vuelo, con ellas, para el gran salto de los Andes. Dos hermanos de Aldao, mendocinos como él -uno de los cua– les, José Francisco, habría de acompañarle siempre, hasta morir a su lado (2) en una emboscada (1830)- habían sentado plaza en el ejército; y ellos fueron los que, impelidos por las porfiadas exigen– cias del fraile, cuyo corazón palpitaba de entusiasmo ante las glo– rias y aventuras que su candente fantasía esbozábale en la guerra próxima, solicitaron y obtuvieron de San Martín que José Féliz partiese en la expedición de enero de 1817, como capellán del cuer– po de tropas comandado por el entonces coronel don Juan Gregorio de las Heras. Era el 4 de febrero de aquel año, cuando este jefe, después de tramontar la cordillera por el paso de Uspallata, dirigióse, según sus instrucciones, a sorprender el puesto español de La Guardia Vieja, para descolgarse al pueblo cisandino de Santa Rosa, flanqueando a la división española acantonada en San Felipe, capital de la provincia chilena de Aconcagua. Allí, en La Guardia Vieja, cayó Las Heras, rá– pida y súbitamente, sobre los descuidados realistas, desbaratándoles en un prodigioso "ataque y degüello", con que, a clarín herido, arremetieran ese día los ya famosos granaderos de a caballo vence– dores en San Lorenzo. -"¿Quién es ese bravo?", interrogó las Heras a sus ayudantes, asombrado al ver que, caballero en saltador bridón, atravesaba el campo dondequiera un caballero trajeado con la gri- (2) En Chancay, provincia de Mendoza, departamento actual de Las He. ras, durante la guerra civil argentina.
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