Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

RICAFORT 553 de La Paz, desde el de Túpac Amaro hasta el de Zela, el de An– gulo y sus comártires. San Martín, en efecto, puso pie en costas peruanas, no en el sur, sino en las proximidades de la sede virreinal, y realizó los sucesivos desembarcos que ya conocemos, para amago y rendición de aquel centro último, al parecer inexpugnable e irreductible, del poder colonial en el Perú. II Fue, en ese mismo mes de setiembre de 1820, cuando, afligi– do por la invasión, y necesitado de refuerzos considerables con que afrontarla, Pezuela solicitó angustiosamente auxilios, del Cus– co por un lado, y, por otro, del núcleo de tropas veteranas que Ramírez había traído y mantenía acantonadas a las faldas del Mis– ti; tropas que, según Torrente, ascendían a una cifra no menor de tres mil hombres ( 1). En consecuencia, y separadamente, partieron camino de Li– ma, dos cuerpos no desdeñables por el número, y menos por la calidad de sus componentes, todos aguerridos; a saber: 1<?- El batallón "Castro" o "de chilotes" (2), y dos escuadro– nes del regimiento de "Granaderos de la Guardia", salidos los tres del Cusco, por la senda de Abancay y de Andahuailas, a las órdenes del brigadier peninsular don Antonio María Alvarez (3); y 2<?- Parte considerable de la llamada "división de reserva" de Arequipa, comandada por el brigadier (español también) don Ma- (1) "Brillante división" las llama el referido autor hispano.- V. el voí. III, pág. 50. (2) Así llamado, por constar totalmente de individuos (quinientos) oriun– dos de la isla de Chiloé. (3.) Subintendente del Cusco, esto es, segundo del gobernador-intendente Pío Tristán.- Aún antes de llegar el pedido de refuerzos de Pezuela, las men– cionadas fuerzas del Cusco hallábanse expeditas para marchar hacia Hua– manga, a solicitud del intendente, coronel de milicias (chileno) don Francisco José Recabarren Aguirre Pardo de Figueroa y Argandoña, quien, al aproxL mársele Arenales, pasó el Pampas, quemó el puente colgante de la Posta, y no paró hasta Andahuailas, desde donde pidió auxilios a Tristán, intendente del Cusco. Alvarez y Jerónimo Valdés salieron de esta última población con las tropas pedidas por Recabarren; pero, llamado con urgencia a Lima, el primero, jefe inmediato de la columna, dejó el mando exclusivo de ésta al segundo, separándose en Andahuailas, punto en el cual la columna que, por su procedencia, podríamos llamar "cusqueña", quedó detenida con orden de aguardar a Ricafort.

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