Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
562 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ permanecían inmóviles en este punto con las indiadas de sus res– pectivas sierras. XI Amanecía el día 2 de diciembre de 1820, cuando los centinelas instalados en las cumbres para otear el horizonte, anunciaron la aproximación de Ricafort y de sus fuerzas. Era en los precisos momentos en que la división Arenales partía de Tarma para dirigirse a Paseo en pos de O'Reilly. Eran los españoles setecientos, en este orden: 480 de infante– ría, mandados por Seoane, 200 de caballería, a las órdenes de Fe– rraz; y una pieza de artillería. Los cuatro mil indios de Barrera y Latndes, con su habitual es– tentóreo clamoreo, concentraron sus muchedumbres en la pampa de Cangallo, coronando los restantes la .doble faja de colinas en que se recuesta la llanada. Todos dispusiéronse a cortar la senda y el avance de los realistas. Estos distribuyéronse en dos sencillas alas, desprovistas de centro y de reserva ( 12); a saber: la izquier– da, en que colocóse Seoane; y la derecha, en que constituyóse el propio Ricafort, al frente de los jinetes de Ferraz. La pieza de arti– llería, resguardada por su correspondiente escuadrón, instauróse en un punto dominante y conveniente para barrer al enemigo. Y empezó esa barrida, que no ataque, por todas partes, bajo la lluvia de certeros guijarros despedidos por las ondas de los in– dígenas. La metralla realista abrió claros inmensos en el blanco di– latado, espeso y sin solución de continuidad ofrecido torpemente por aquella inexperta multitud, liaciéndola cejar, y olear como un océano, a los dos lados del camino. Simultáneamente embestían, la infantería española, a la bayoneta; y la caballería a lanza y sable al toque de degüello. Los indios se dispersaban heroica, aunque inútilmente, contra los enemigos, logrando derribar y despedazar a algunos de ellos. Pero la brega, como siempre, era enormemente desigual; y, por cada realista, inutilizado o muerto, eran centena– res de indios los que pagaban con la existencia aquellos arraJnques de denuedo y desesperación. Ricafort dio por consigna la de no brindar cuartel, y se desató, en consecuertcia, esta segunda matan– za, que lo plano del terreno hizo más fácil y feroz que 'la del 29 de noviembre. Quedaron en el campo más de mil indios, en tanto (12) La mayoría de las tropas había quedado en la ciudad.
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