Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA CUESTION DE JAUJA 47 ciones con que el vecindario y las comunidades de indios de los pueblos del tránsito saludaban a sus libertadores". El inconsulto reproche "excita naturalmente las susceptibili– dades" del rígido Arenales; y "no pasan muchas horas sin que ocu– rra algo que puede ser de graves y funestas consecuencias"(lO). IX En la noche del propio día (21 de noviembre de 1820), la di– visión Arenales entra en triunfo atraviesa las calles, repletas de gen– te devota y entusiasta, exaltada aun más por la victoria; y se acuar– tela en las principales y más espaciosas casas de la población, no ocupadas manumilitare, sino ofrecidas y entregadas espontánea– mente. El vencedor de la Florida es instalado en inmejorable aloja– miento. Está rodeado de sus más lúcidos conmilitones (teniente coronel don Manuel Rojas, jefe del E.M. divisionario; y comandante del número 2 de Chile y del número 11 de los Andes, tenientes coroneles don Santiago Aldunate y don Ramón Antonio Deheza), cuando entra Lavalle de parada, con sus oficiales subalternos y agregados ( Suárez, Vásquez, Roca, Villarreal, Navarrete, Molina, y el propio comisio– nado culpable, Florentino Arenales) a dar a su jefo superior la bien– venida. El general - cuenta el testigo ocular ya mencionado - recibe a los visitantes "de pié, como es su costumbre, hasta con el más infeliz"; pero su semblante y su mirada reflejan un estado de es– píritu excepcional, extraño, inusitado en la gélida sindéresis del egregio militar; fenómeno que, desde luego, (sin saber por qué, pero indudablemente por una de esas intuiciones con que se adivi– nan y aun presienten las cosas y circunstancias solemnes"), hiela la sangre en las venas de los circunstantes, e imprime en esa escena xtraordinaria un tinte lúgubre, trágico, imponente. Arenales, repentino, seco, áspero, irritante, clava los ojos en Lavalle; y, antes que éste llegue a articular una sola sílaba, le dice con voz de trueno: "Señor capitán, no ha cumplido Ud. con su deber". Un rayo que cayese sobre la cabeza de los circunstantes, no ha– bría producido en éstos impresión tan sacudiente y aplastante, co- (10) Mnemógrafo cit., quien, según sus palabras, "fué mudo especta– dor" del lamentable incidente . -Loe. cit ., pág . 485 .
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