Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

48 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ mo la que en todos suscita aquella frase sangrienta, súbitamente vertida, con palabra trémula por la cólera, y mirada encendida, chispeante como una centella. El estupor y la ansiedad llamean en los corazones; pero lla– mean aun más las pupilas y las mejillas del interpelado, así teme· rariamente herido eñ su dignidad de jefe y en su honra de soldado. La indignación de Lavalle, rojo por la vergüenza, sublevado por la injusticia, y resuelto a todo , antes que a ceder y humillarse ante el ultraje, estalla indominable, ante la muda expectación y aun el terror de los asistentes. Avanza un paso el ofendido hacia su general; cógele violento del siniestro brazo; sacúdelo con furia; y le _dice, tonante y trémulo a su vez: "Esa, señor general, es una impostura, que vengaré con sangre" ( 11). X Arenales, fuera de sí, alza la diestra para descargarla sobre el insolente. Aldunate salta y contiene a éste último. Los demás jefes separan y retienen suplicantes al primero. El general, en el colmo de la ira, llama a su guardia, y manda aprehender al capitán, delincuente del delito de insulto de hecho a su superior jerár– quico. Pretende nada menos que pasarlo por las armas. Lavalle sale detenido, y es arrestado en su alojamiento. Las reflexiones y ruegos de los concurrentes aplacan la tempestad. Se inicia un su– mario, que acaba en veinticuatro· horas. Deponen en él catorce ofi– ciales. Las declaraciones detallan, "uniformemente, el orden de las marchas que el escuadrón había hecho; las medidas de previsión y cautela con que ha atravesado los pueblos del tránsito (desde Pam– pas hasta la Cuesta); los espías que su jefe ha despachado sobre el enemigo; y las precauciones, en fin, tomadas para cruzar aque– llas quebradas y terrenos desconocidos hasta la hora del ataque (12). La instrucción demuestra, en una palabra, que el pundonoro– so jefe de los granaderos de a caballo, en vez de faltar a su deber, lo ha cumplido amplia, absoluta, brillantemente. (11) Hay que tener en cuenta: 1?. la edad de LavaNe, quien, como ya se expuso en la nota 8 de este mismo capítulo, acababa de cmnplir tan sólo veintitres años; y 2o. su engreimiento, únicamente sofrenado por su patrio– tismo y por la disciplina militar, pero inmanente en su ánimo, como miem. bro que era de una familia distinguida y riquísima de Buenos Aires; y, en efecto, no fué presunción necia, sino verdad pura, lo que Lavalle, en una ocasión, contestó a Bolívar en cierto banquete ofrendado a éste. (12) Apuntes cits., pág. 486.

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