Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA CUESTIO DE JAUJA 49 XI El general divisionario se impone del expediente; pesa la cir– cunstancias y las cosas; colócase moralmente en la situación y la personalidad del subalterno; comprende y mide su yerro; medita y calla. Nunca más grande que en aquella ocasión, en que, con altura e imparcialidad raras veces vistas en hombres de su carácter, de su posición y su categoría, se vence a sí mismo. Convoca a todos, absolutamente a todos los que presenciaron la escandalosa escena de la víspern. Está grave, majestuoso y mu– do. La espectación de los convocados es honda. Arenales abre al fin los labios; y manda que el propio oficial calumniante vaya a sacar al detenido de su arresto, y le conduzca a su presencia. Ins– tantes después, entra Lavalle, tranquilo y silencioso, pero recto y firme. Toma la palabra el general, que se pone en pie, como todos los demás; y pronuncia su propia condenación, satisfaciendo am– pliamente al mayor vilipendiado, que agradece aquel acto esplén– dido de magnanimidad, de honradez y de justicia. Se aproxima a su subalterno, y le alarga la diestra. Coge de la mesa central el expedi nte inquisitivo incoado, y lo hace pedazos ahí mismo. "Aho– ra, dice, señor mayor, a cumplir nuestro deber, como todos, prin– cipalmente Ud., lo hemos hecho hasta aquí". Una orden general del mismo 22 hace pública ante la di lSlon entera, esa satisfacción. La admiración y el contento chispean en las fi as conturbadas por el suceso, Arenales consolida, una vez más, su reputación de rigidez espartana, justificación seca y grandeza de alma (13). ¿Cómo no ir a la lucha y a la muerte, a la abnegación y la gloria, con hombres semejantes? ¡Tiempos magnos, tiempos épicos, tiempos soberanamente her– mosos, aqu 'llos en que la probidad fue gemela del valor y la hom– bría de bien corrió parejas con el patriotismo! (13) Con todo, deja sin ca tigo al causante de estos e cándalos, u hijo.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx