Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

52 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ la provincia de Salta; miembro de notable familia de aquella po– blación; huésped del Perú desde hacía algunos años; venido en plena juventud, y establecido en Tarma, donde había contraído matrimonio con una bella y virtuosa hija del lugar, y héchose un "propietario bien quisto y acomodado" ( 4). Este buen patriota, de quien tántas veces hemos de hablar, y que, permaneciendo en nuestra República hasta su muerte, siguió sirviéndola hasta ascender a la alta clase de general, había "tan luego como pudo reunir a los patriotas (el 23 de noviembre de 1820, como se acaba de ver) abrazado la causa de la independencia con toda la decisión de un verdadero argentino; y, desde entonces, no cesó de prestar importantes servicios, empleando su influjo, y sacrificanélo sin reserva su quietud y fortuna" (5). Arenales, que, aunque no en el grado que San Martín, tenía como éste, el don de penetrar y conocer a los hombres , fijó sus preferentes atenciones en Otero y le nombró gobernador de la pro– vincia. IV Con él acordó el general divisionario lo conc rniente a la ·ce– remonia de la jura, nó sólo per uadido de "la utilidad y convenien– cia de esta demostración", sino cumpliendo las instrucciones termi– nantes que a ese propósito recibiera de San Martín. "Al amanecer del día señalado (que fue el 30 de noviembre), se vió la población adornada de colgaduras, arcos y banderas; y los cuerpos de la división, formados, de parada, en la circunferencia de la plaza, para solemnizar, con salvas de fusil y artillería, el act0 del juramento. En el centro de esa plaza se había elevado un tablado, con un altar de la Patria, que rodeaban el vecindario y un inmenso gentío (de los pueblos y serranías circundantes); altar ante el cual el general Arenales recibió los votos de los empleados civiles, militares y ecle– siásticos, y del pueblo en masa, que, en altas voces, pronunciaba su juramento con el más ardiente y decidido entusiasmo. Siguieron los más efectivos vítores y aclamaciones a la libertad, complemen– tándose el acto con una misa y un solemne Te Deum, que se cele– braron en la iglesia matriz, en acción de gracias al Todopoderoso, por la protección que había dispensado al Ejército Libertador en (4) Memoria histórica del general Arenales, pág. 37. (5) Memoria de Arenales, loe. cit.

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