Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

DEPOSICION DE PEZUELA 689 gai:za que atormentaba a los amigos y correligionarios de La Serna, qwenes hacían a Pezuela responsable único de todos los reveses ex– perimentados que cuotidianamente sobrevenían; de todo, en fin, lo que hacía falta o dejaba de hacerse para sostener la permanencia y corroborar la seguridad del poder metropolitano. II Hombre, aunque leal y valeroso, benévolo, prudente e inclinado a la conciliación (3); palpando, como ninguno -por la propia alteza cle su investidura, y la concentración, en ella, de todos los medios y resortes del poder- el cúmulo de dificultades que se oponían a su acción, en un territorio ya notoriamente prevenido en contra de ella; olvidado por su rey, impotente a la sazón para auxiliarlo con solda– dos, buques u otros medios, que ese rey mal pudiera conseguir ni enviar, en su desastroso estado de miseria, con habitantes hastiados por una larga y onerosísima tributación, y enloquecidos por la serie inacabable de los empréstitos, subsidios y donativos extraordinarios, y con una escasez suprema de recursos que, por tanto, aparecía sin remedio -el desventurado virrey era, con todo y por todo ello, el blanco obligado de todas las murmuraciones y críticas, presa de to– das las imputabilidades, víctima de todas las prevenciones y los odios de quienes sentían tremer el terreno bajo sus plantas, y co– menzar el orgulloso edificio colonial a desmoronarse y venirse por los suelos ... III En su tiempo, todos, todos le atacaron, desopinaron y maldije– ron: los unos, como a personificación del sistema que odiaron y derruyeron al cabo, y como a concreción nominal histórica de los dolores y calamidades de la época; los otros, por remordimiento inconfesable, y para exculpación temeraria de las ofensas que le causaron, del desaire que le infirieron, del escandaloso estallido e in– justificada suplantación con que pusieron término repentino a la le– gitimidad incontestable de su vicerreyecía. (3) Pezuela acababa de conceder indulto (11 de diciembre de 1820) a un agente del general San Martín, don José Fernández Paredes, que en tiem– po anterior había sido teniente del regimiento del Infante (don Carlos); se presentó a Pardo en lea; y le entregó un memorial, pidiendo al virrey le perdonase".-"Antes había otorgado igual gracia a un cabo del Numancia, nombrado Alomí, que dio libertad a un prisionero (John Brown), y que, al ir a asilarse con él, en un buque de guerra (neutral), no fue admitido" .-MeD– diburu, Dice , VI, 348 y 349.

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