Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
690 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ Especie de Luis XVI de la revolución peruana, aunque no tan des– dichado como e l Borbón francés, en él se hizo caer y recaer toda la larga serie de daños, calamidades y máculas con que, por instinto de conservación, hubo de ostentarse el régimen desaparecido, en la dé– cada trágica de su derrumbamiento; todo sin desconocer las glorias, altas dotes y hasta virtudes que Pezuela obtuvierª y desplegara a su paso por el comando de los ejércitos del Alto Perú y por la suprema administración del virreinato tambaleante, en años tan críticos como aquéllos. Al contrario, compatriotas y gobernados, si bien todos enemigos , hanse apresurado a confesar que el virrey penúltimo era tan leal pa– ra con su rey, como noble respecto de las personas que le acompa– ñaban y secundaban en el servicio, cuyos antecedentes conocía y de cuya fidelidad jamás quiso dudar (4); sobrio, firme, valeroso; tan (4) Sin exceptuar a los americanos mismos, de quienes todos los espa_ ñoles desconfiaban. Así fue como d efendió a L a Mar. A este propósito, oiga– mos a Mariátegui. ''Cuando San Martín, dice, desembarcó en nuestras costas, recibimos un paquete que contenía comunicaciones que el general. . . dirigía a los jefes americanos que tenían la desgracia de servir en las filas del eiér, cito opresor. Uno de los que recibió un oficio fue el general La Mar. Doña Rosa Campusano lo tomó, y, con el pretexto de hacerle una solicitud, le pidió que la oyese en secreto , en lo que convino La Mar. La Campusano dejó, sobre el sofá en que estaba sentada, el consabido pliego, que el general encontró poco después que la interlocutora se retiró, evacuada su fingida pretensión. La Mar leyó su oficio, y a nadie h abló una palabra. Procedió con dignidad y como caballero. Igual conducta observaron Llano, Otermín y d emás Jefes. Pero Landázuri, limeño por desgracia, se apresuró a llevar su carta al virrey, siguiendo una conducta que los demás, sin concertarla, no tuvieron, gujados sólo por sentimientos de honor y delicadeza. Valdés entró a palacio cuando salía Landázuri, y Pezuela le leyó la carta y le refirió lo que sobre ese papel sabía del que lo entregó. Después de una pequeña pausa, preguntó Valdés: ¿Y sólo Landázuri ha entregado la nota? ¿Y La Mar no ha dicho nada?.-Sabe– dor de que no, continuó: La Mar y los demás j efes americanos han recibido notas iguales, y no las han entregado: son insurg .....ntes, y venden la causa de la nación española y del rey. - Pezuela defendió a los jefes acusados por V al. dés, y esa d efensa fue un nuevo motivo de odio y un pábulo a la revolución. De aquí las palabras, en la exposición de los fundamentos alega.dos para el motín militar, de que Pezuela estaba rodeado de personas adictas a lo ín::>ur– gentes. Estoy instruído de estos antecedentes, por la relación que el general La Mar me hizo, en conversaciones particulare que tuve con él, cu ando, en ratos de descanso, hablamos de los acontecimientos recientes, y 1 asever' que yo le había hecho entregar el oficio d e San Martín. Para que supLse el resultado, me relató lo expuesto, y me contó también que sab edor, por el vi– rrey, del concepto que, contra él y otros, emitió Valdés, lo reconvino (a ~st ) agriamente, quiso batirse, y el modo como Valdés evitó el lance y sus discuL pas".- Anotaciones, págs. 55 y 56.
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