Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
DEPOSICION DE PEZUELA 691 medido en los placeres como sufrido en los dolores; prescindente de las vanaglorias (5), aunque en extremo interesado (6); sencillo en sus costumbres y modales (7); tan bien intencionado cuanto modes– to; y con una abnegación rayana, a veces, en el renunciamiento de sus funciones, prerrogativas y fueros; cualidad que, en lugar de aplacar, encendió la presunción invasora y la agresividad orgullosa de sus enemigos. Desconfiando de su propia capacidad, y convenci– do de que la situación era superior a sus fuerzas, buscó el consejo y la ayuda de los mismos que le zaherían y traicionaban, aunque perfectamente conocía la sorda labor de desprestigio a que en contra suya estaban dedicados; aguardando, sana, sinceramente, sin ningu– na arriere pensée, que procurarían secundarlo en sus empresas y planes, salvarlo de sus apuros, y conjurar cualesquiera golpes y reveses. Confió, así, más de lo necesario en la gratitud y la magnani– midad de los hombres, hasta ceder, a los traidores y desleales que minábale a ojos vistas, la autoridad y el poder que en ellos juzgó medios seguros de consagración al bien público, a la defensa de la metrópoli y a la salvación del régimen por él representado; cesión que los favorecidos utilizaron en preparar su deposición y consumar su ruina, en la forma escandalosa que aquí se va a narrar, que los realistas aplaudieron con alegría y que los patriotas contemplaron con indiferencia; porque, aunque le respetaban, no le querían, desfa– vorecido como ya estaba por un desprestigio y una presión despótica crecientes, y nunca bien propiciado por su exterior poco simpático y atrayente, antes bien reñido con las precedentes cualidades (8). (5) Ni siquiera vivía en su palacio, al cual iba exclusivamente a despachar los asuntos públicos. Tenía casa particular, exactamente como cualquiera de los otros funcionarios o empleados de la administración. Esa casa era la actual de la familia Ramos, o sea la primera, hacia la izquierda, de la calle de San Antonio, yendo de la Pileta de la Trinidad al Banco del Herrador. En esa casa nació su hijo, don Juan de la Pezuela y Cevallos de Olarria, conde de Cheste, director perpetuo de la Real Academia Española de la Lengua, tra. ductor del Tasso y del Dante, teniente general de los ejércitos peninsulares recientemente fallecido en Madrid, a edad muy avanzada. (6) Era al principio el primero en las erogaciones, y casi siempre el último en acudirse con el respectivo sueldo; pero, luego presintiendo sin dU– da su caída, o por acercarse el término de su mandato, poseyóse de una an.. siosa y desesperante ansiedad de acaparar dinero; y ya veremos que uno de los cargos que se le hicieron consistió en la puntualidad que puso para cobrar sus emolumentos (cinco mil pesos al mes), mientras todos --empleados y ejército-, vivían en pleno atraso y, lo que era peor a media paga . (7) Frecuentemente, veíasele ir del palacio a su casa, y viceversa, a pie, sin ninguna escolta, con un edecán ayudante, y arm sin ellos muchísimas veces. (8) Era "'de estatura regular, de rostro encendido, cano, seco y ceñudo".– Así píntalo Rufino Guido, que lo conoció en Santiago de Cotagaita, y que,
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