Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
DEPOSICION DE PEZUELA 693 razón se ha dicho que careció de energía al dar paso tan inconsulto; pues, en vez de castigar, como debía, a quienes tan sin embozo lo pospusieron, y tan fácilmente alcanzaron de él, aquel necio renun– ciamiento de sus fueros, aquel despojo voluntario de su cuasi regia investidura, entregóse mansamente al caprichoso imperio de sus mal– querientes, fastidiado de sus acerbas críticas; y, cuando creyó cal– mar estas últimas, trasladando el ejercicio de su alta categoría mili– tar, creyendo, a la vez, trasladar a otros hombros el peso de sus responsabilidades bélicas, no hizo más que descalificarse a sí mismo, y plantear, con su débil actitud, como cosa útil, natural y factible, su desconocimiento definitivo y su caída final. Se dejó engañar y se engañó a sí mismo, de modo desastroso y lamentable. Sus amigos sinceros, y los patriotas ocultos, interesados en ahondar la división del elemento realista, apresuráronse a demos– trarle la inconveniencia y los peligros residentes en creación tan ab– surda y contraria a sus conveniencias políticas y a los intereses ge– nerales. Pezuela comprendió la profundidad del abismo que él mis– mo cavara bajo sus pies; y revocó la disposición, transformando la Junta de Guerra recién creada, de Directiva o Decisiva que era, en estrictamente Consultiva; modificación que, por supuesto, hubo de herir a los miembros lasernistas desairados, los cuales resolvieron no concurrir más. Este acto de insubordinación y rebeldía tampoco fue oportuna ni severamente castigado. V Cuéntanos Torrente (y confírmalo García Camba) algo tan necio y tan nimio, que apenas valdría la pena de ser recordado, si no sir– viese de revelación y prueba del grado de atrevimiento inescru– puloso a que la logia de los lasernistas había llegado.- "Otra de las razones, dice el primero de los enunciados escritores, a que muchos atribuían la falta de resolución del virrey para evacuar la ca– pital y dirigir todas sus fuerzas contra el enemigo, si bien la posi– ción que ésta había tomado no se presentaba ya tan ventajosa como la que anteriormente ocupaba en Retes, era la numerosa familia de que se veía rodeado, y los graves cuidados que debían ofrecerse a su imaginación, si se decidía a cruzar los Andes con ella, a conser– varla en incómodos acampamentos, y a sufrir las privaciones consi– guientes a aquel trabajoso género de vida.- Para salvar este incon– veniente, se le propuso, con todo el respeto que era debido a su alto rango, y por medio de personas que merecían toda su confianza, la conveniencia, y aun necesidad, de enviar a España dicha familia, para quedar más desembarazado en el manejo de los negocios durante
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