Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
DEPOSICION DE PEZUELA 695 y la vacilación en los propósitos e iniciativa; y enconado por los éxi– tos, cada día mayores, del adversario, indemne y retante a esa sazón, quien no aguardaba otra cosa que un instante favorable un motivo, hasta un pretexto, para estallar aplastante e inescrupuloso contra el decadente funcionario. Vimos ya que aquel pretexto encontróse, plausible e imposter– gable, en la suspensión, de orden suprema, de la marcha emprendi– da, desde el campamento de Asnapuquio, por el valeroso y activo Canterac (y lista ya a emprenderse par La Serna), contra el ejér– cito independiente acampado en Huaura (28 de enero), marcha que hubo de deshacerse en los momentos en que el primero de aque– llos jefes iba a esguazar el Pasamayo (12). No era la primera vez que orden semejante expedíase desde el palacio de los virreyes, contrariando disposiciones detenida y venta– josamente adoptadas, y desbaratando conminaciones que los des– contentos conceptuaron en todo caso dichosas e infatibles. Ya, en otra ocasión, Valdés había tenido también que desandar camino, cuando más convencido y entusiasta procedía hacia el oriente, an– sioso de acabar con la caballería de Alvarado, en la línea de Sayán a Oyón. El Perú colonial, decían, había perdido la oportunidad de ilus– trarse y vencer con "dos correspondientes Cancharrayadas" (13). Había sonado la hora del castigo, y no había que vacilar. VII Dejamos a Canterac, furioso y desatentado, entrando a las seis de la mañana del 29 de enero, en el cuartel general realista, tras una caminata, cuanto menos voluntaria tanto más odiosa, hecha duran– te la noche entera; y le oímos romper en grandes gritos, ante sus conmilitones desazonados , reunidos, al ruido de sus tacos y pro– testas (14), en los corredores de la casa-chacra de Asnapuquio, así (12) O Chancay, río que, naciendo en la cordillera (en las lagunillas de Tunsa) y pasando por el extremo sur de la villa de Chanoay, desemboca en el océano cerca de la punta a que debe uno de sus nombres (Pasamayo). ( 13) Dos fueron , efectivamente, en Chile, como el lector recordará: una en que sucumbió el inexperto y novicio Blanco Encalada; y otra, en que viose a punto de desaparecer el propio experto, calculador y cauto San Martín. (14) Oímos, allá en nuestras mocedades, a algunos buenos viejo , vetera– nos -algunos- de la independencia, hablar, a carcajada limpia, de los caga_ iones de Canterac. Llamaban de este modo ellos mismos (como llamáronlos, sin duda alguna, los ocurrentes chapetones que eran su COJnpañeros de ar_ mas), los ajos y cebollas con que 1 admiriable general francés azonaba . u sabrosas conver adones de cuartel y vivac. Debióse aquella denominación a la manera como Canterac pronunciaba ci rta interjección ca tellana, tan enér-
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