Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
696 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ como en los portones de los canchones y cuadras de madera circun– ferentes, levantados, como accesorios, en el centro del gran campa– mento atrincherado. Escúchanle, los unos, con signos de aprobación manifiesta; los otros, silenciosos y como meditabundos. Aquéllos, que por supuesto son los lasernistas y están en el secrreto de los pla– nes y decisiones de su circulo, encuentran natural e inevitable lo que pasa, sabedores de que el movimiento premeditado se halla listo y, más que todo de que La Serna ha emprendido, en esa madrugada misma, viaje hipócrita y precipitado a Lima, para no encontrarse en el instante del estallido y hacer creer que éste reventaba sin su pre– sencia, participación ni conocimiento. Son las siete de la mañana. Valdés y Canterac hablan aparte y acaloradamente, en uno de los ángulos de la sala del general en jefe; local en que, de costumbre, se realizan las juntas de gJerra; y, como La Serna se ha ido, Cante– rac, jefe de E.M.G. del ejército, asume la dirección de los sucesos, asistido y aun asesorado por sus íntimos amigos, cómplices y corre– ligionarios, Antonio Seoane, Andrés García Camba (el autor de las conocidas "Memorias") y Jerónimo Valdés. Todo es, corrillos, dis– l?Utas y aca loramiento entre los jefes existentes en Asnapuquio. A las siet e en punto, Canterac convoca los jefes a junta general. En ella expresa brevemente las dificultades y desastres de la situación, de que d eclara responsable al virrey; y acaba por proponer la destitu– ción de este último por obra y declaratoria franca, terminante, pe- • rentoria del ejército. En esa peroración tacha al representante regio de inepto, inac– tivo y d ébil. Dice que, sin él, las cosas pueden mejorar; que, con él, estarán inevitablemente perdidas. Atrévese a afirmar que el fun– ciona rio supremo es impuro, y recuerda que, mientras jefes, oficia– les y solda dos están en pleno atraso y no reciben más que buenas cuentas, el virrey se paga religiosamente a sí mismo y se encuentra con el día. Su reemplazo, dice, es, pues, urgente, ineludible; y debe ser inmediato, porque, en materia tan delicada no caben aplazamien– tos. ¿Con quién debe ser reemplazado? Con La Serna. No hay otro a la altura que él. En el Alto Perú ha probado su honradez, aptitud, ener gía y actividad. El debe empuñar en el acto las riendas del go– bier n o para salvar los derechos metropolitanos. Refuérzale Va ldés, r ecalcando enérgicamente sobre los puntos, y r ecordando con acr itud los yerros no considerados o ligeramente tratados p or el j efe d el E.M.G. gica y exp resiva como cruda e inicial, en la que, por el sonido d g su ave que los gabachos su elen d a r a nuestra r sencilla, resultaba casi otr a expr· ·ión indicativa de la b oñiga o excrem ento pastoso seco d e ciertos animal s, p r in_ cipalmentc de los équidos y rumiantes.
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