Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
CAPITULO VlI DEPOSICION DE PEZUELA (Conclusión). I Cumplió Loriga, inmediata y puntualmente, el espinoso encar– go de sus compañeros de armas ( 1), constituyéndose en palacio, y entregando al representante real el tósigo de que era portador, en– tre grandes "muestras de respeto" (2). Puédese colegir el asombro con que Pezuela leería la conminato– ria que tan inopinadamente dirigíanle los caudillos de sus propias huestes. . Agolpáronse en su alma multitud de sentimientos, tan acerbos como tumultosos, en que, naturalmente predominaron -tras la sor– presa y el estupor iniciales- la indignación de tan desusada rebel– día, la protesta contra sus innúmeros cargos y la ira de sus recrimi– naciones y denuestos ... ¿Tenía él, acaso, la culpa de la ineptitud y cobardía de Químper, de la confianza exagerada de Vivero, de la deslealtad de Torre-Tagle, de la mala suerte del pundonorso O'Reilly? ¿El tenía por ventura, la responsabilidad de la derrota del Cerro, (1) Espinoso, porque, a la sazón, Loriga era ya pretendiente de doña Juana de la Pezuela y Cevallos, hija del virrey, con la cual contrajo matrimo_ nio a fines de 1824, vuelto a España (antes de Junín y Ayacucho), con licencia de La Serna. Por supuesto que, ante su suegro y su esposa, sostuvo siempre no haber tenido la menor participación en el escándalo de Asnapuqmo; haber ignorado el contenido de la comunicación entregado por su conducto; y no haber debido su designación para el caso, a otra circunstancia que la de ser secretario de la Junta Consultiva de Guerra. Los rebeldes sostuvieron todo lo contrario; y, por los días en qu realizáronse los sucesos que vamos na_ rrando, díjose que Loriga, desde aquella inolvidable madrugada del 29, estaba bien impuesto de todo por La Serna.- Paz Soldán, por su parte, afirma cate_ góricamente que este jefe (Loriga) estaba de acuerdo con los de Asnapuquio''. Loe. cit.- Por fin, ya veremos lo que el mismo Pezuela asienta a este pro– pósito, en la carta (inserta parcialmente más adelante) por él di~igida al mi– nistro de Ultramar, don Antonio Pórcel, desde la Magdalena (Vieja), con fecha 15 de febrero. (2) Paz Soldán, I, 142.
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