Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

708 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ mo un buen militar, como un buen caballero y un buen patriota, antes que dominar y vencer a los demás, tal vez si lo era más noble, más digno, más conveniente, dominarse y vencerse a sí mismo ... IV En estas vacilaciones y dudas, instantáneamente surgidas y lue– go sopesadas en menor tiempo que el que se emplea en su somera relación, comprendió al cabo Pezuela la utilidad y urgencia de en– t regar el punto al estudio y escuchar el consejo de los miembros de la Junta Consultiva de Guerra; sujetos que, convocados con premu– ra, reuniéronse a las once de la mañana en el gabinete virreinal, y -procedieron a la lectura del oficio de conminación y al examen y decisión de sus odiosos puntos. Presentes en aquel memorable acuer– do estuvieron: el general en jefe del ejército rebelado don José de La Serna; el general de ingenieros, director subinspector del ramo, don Manuel Oiaguer Feliú; el mariscal de campo don José de La Mar y Cortázar, subinspertor general y cabo principal de las armas del virreinato; el general de marina, jefe de escuadra, don Antonio Va– cara; el mariscal de campo, subinspector de artillería, don Manuel de Llano y Nájera; y el secretario de la Junt a coronel don Juan Lo– riga, primer ayudante del E.M.G. Fue graride la sorpresa con que escucharon la lectura La Mar, Vacaro y Feliú, a diferencia de Llano y Loriga, que revelaron bien, con la fría tranquilidad de su actitud, haber (como La Serna) ha– lládose en pleno conocimiento del plan, y esperado, como una cosa natural, la producción del extraño acaecimiento. Pezuela manifestó brevemente a los congregados la necesidad en que se veía de pedir su parecer imparcial como el que presentábase para él; la gratitud con que recibiría cualquiera decisión, por dañosa que le fuese per– sonalmente; y la resolución, que tenía previamente tomada, de aco– modar su conducta posterior a lo que la Junta pronunciara como más patriótico y útil, en circunstancia tan inopinada y difícil como aquella. Dicho lo cual retiróse a sus habitaciones particulares, a fin de dejar que los deliberantes manifestasen sinceramente sus opinio– nes y expidiesen su voto con la más absoluta franqueza. Mientras aquellos discutían, ocupóse en consultar el respetable Dictamen de su gran amigo, el Dr . Villota, ministro fiscal de la Real Audiencia de Lima y auditor nato de guerra. Ante las serenas reflexio– nes del alto magistrado; defiriendo a sus sanos y patrióticos conse– jos; y previendo el probable juicio de la Junta, cuyas inclinaciones en pro de La Serna conocía (hecha excepción de La Mar), r <lactó,

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