Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
DEPOSICION DE PEZUELA 717 tos, forzosos o voluntarios, y los demás recursos naturales o extraor– dinarios" obtenidos en los últimos tiempos de su administración, habíanse invertido "en su particular beneficio" (20). X Allí en su dolorosa soledad -aún más dolorosa desde el día en que viose arrancado del seno de los suyos- redactó, de sus propios puño y letra, según unos; por dictado de Bedoya, según otros (21), correcta, sincera y hasta elocuentemente, su notable oficio de 11 de febrero, en que participaba su caída al ministerio de la Guerra de España (22); y escribió por sí mismo la interesantísima carta de 15 (20) Paz Soldán, I, 145 y 146 . (21) Esto es, del mismo fiscal-auditor ante quien formuló su protesta. Nos inclinamos a esta última versión, vista la enorme diferencia que existe entre la nota reclamación del 11 de febrero, por un lado; y la carta a Pórcel del 15, así como la comunicación redactada por el virrey Pezuela en persona el 29 de enero, cuando, por lo ardiente y flamantísimo de la bofetada recibL da, el damnificado pudo, de ser capaz, potente y fecundo por sí mismo, emitir un documento relampagueante de lógica, chispeante de energía, rotundo y perfecto en la elocuencia y la belleza literaria. Todo lo contrario.- Pezuela, en la Magdalena, carecía de secretario. El que lo había sido durante toda su administración, Toribio de Acebal, traicionólo como todos, cultivando ''íntimas relaciones con los principales jefes, que, en el campamento de Asnapuqmo, forzaran al virrey a que dejase el mando". No hay que decir que Acebal con– tinuó al frente de la secretaria virreinal con su amigo La Serna. Su traición para con Pezuela quedó plenamente acreditada con "ciertas cartas que, más tarde, desde Europa (a donde se fue en julio de 1821), dirigió a varios" de los lasernistas; cartas que, "interceptadas, se publicaron en Lima'' .-V. a Mendi– buru (de quien son las palabras puestas entre comillas), t. I, pág. 58.- Este Acebal había sido secretario de cámara del virreinato desde Abascal (1812), quien lo designó para tal cargo al cesar en él el brigadier don Simón Díaz de Rávago. Había venido al Perú en 1806; pasado a Huánuco, como subdelegado del partido de Panataguas (Panao); avecindádose en aquella ciudad; sido su alcalde de primera nominación (1809), sargento mayor y comandante de sus milicias (1.810). Ya de secretario en el palacio de Pizarro, ascendió a coronel de milicias, primero; fue hecho coronel de ejército, después; y, por fin, incor– porado en la orden militar de Alcántara; todo ello, sin haber olido jamás la pólvora, a la que pareció haber sido muy poco aficionado. (22) Ese oficio decía así: ''Excmo. Sr.: -La adjunta reclamación y pro_ testa reservada, que, impelido de la mayor y más grave necesidad, me fue forzoso otorgar ante el auditor de guerra de este virreinato (único que, por las apuradas circunstancias, podía autorizarla), instruirán a V. E. del horroro– so atentado de los jefes del ejército de esta capital, que han causado mi vio_ lento e imprevisto despojo del mando que ejercía, mediante la dimisión que se me precisó a hacer en el general don José de La Serna, proclamado por dichos jefes, y en que tuve que convenir, a fin de embarazar por este des_ prendimiento las mortales consecuencias que podían sobrevenir a la justa
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