Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
DEPOSICION DE PEZUELA 719 y detalles acerca de aquel suceso- dirigida al ministro de Ultramar, justo sostén me be desvelado de un modo que nadie excederá, y a cuyas fati– gas y mortales tareas es debida la respetable fuerza que he organizado en el Alto y en el Bajo Perú; los innumerables auxilios que he dispensado, aun a los lejanos territorios que no eran de mi pertenencia, y haber mantenido in– mune el reino, a pesar de los reveses de la adversidad y de los esfuerzos ine– vitables de la insurgencia, agolpados últimamente cual nunca.- Lo que sí no debo omitir en este papel es la dolorosa consideración que, para los buenos Y sensatos, trae una insurrección militar, como la que acabo de padecer, con que se ha barrenado la representación soberana del rey y asaltádose la auto– ridad de su vice-regente en estas remotas distancias, _presentádose un ejem– plo de insubordinación y arrojo, con que queda desquiciada ya, para siempre, la piedra angular que mantenía, en tan apartadas regiones, el único resorte de que dependen, en ellas, la conservación del orden y la forzosa dependen– cia de las pasiones, por haberse roto el único freno de respeto y miramiento que, desde el descubrimiento de la América, la sujetaba. Puede recelarse que ya no haya otra ley que la marcial, y el impetuoso acaloramiento de los milita– res; y que la dirección de las bayonetas sea el único norte de los acaecimien– tos; porque, aunque la estudiada prudencia con que, a costa de todos mis sa– crificios, se cortó el éxito criminal de los que se preparaban contra la fiel CÍU– dad de Lima, sólo por expulsarme, baya dejado sin consumación los instantes apercibimientos, con que se me conmmaba; ya la barrera de la regia represen– tación se ha pisado con inaudito escándalo, y (a fuer de aparentes acusaciones de la perversidad) abierto el camino para no reconocer nunca, en el mando, el inviolable respeto de su origen; sino consultar, única.mente el imperio de la propia conveniencia.-Muy sensible me es dejar en este lastimoso estado, un virreinato cuyas fatigas, cuidados y responsabilidades, he procurado llenar, aun más allá de lo que permitían mis aptitudes ñsicas y morales. Con todo, lo he entregado en situación de poder r esistir al enemigo San Martín, acaro_ pado a doce leguas de esta capital.- Estas propias circunstancias, tan críti– cas y expuestas, demandaban la mayor meditación, pulso y cordura, para el trastorno intentado. Cuando mi conducta fuese perjudicial al propio éxito feliz de la guerra, bien constante les era a los jefes, que los pasos de ella, su progreso y movimientos, dependían, en todo lo directivo, de rma junta de generales, en que tenía el primer voto ese mismo La Serna, su confederado, por cuyo medio, y el de otros vocales, podían hacer cuantas insinuaciones re– servadas graduasen convenientes en bien de] servicio, sin entrar en un estré– pito tan escandaloso y de un ej emplo el más pernicioso, mientras mis con– testaciones oficiales, mis procederes y ulteriores órdenes, no diesen esperanza de conformidad a sus designios. Pero, el mero grito de abuso, muy estudiosa– mente aparentado, aunque desmentido por la larga experiencia de lo pasado, acompañar, de golpe (y sin el menor antecedente de recJamación o descon tento), el torrente monstruoso de la violencia más descabellada -es prestar, en el mismo acaecimiento, la marca inseparable del verdadero punto a que se dirigió el inflamado empeño del llamado complot de operantes, y auxilia_ res de su clase, que lo produjeron.- Debe ser satisfecho, como corresponde, el respeto de mi representación hollada. Debe ser indemnizado el honor de un general antiguo, buen servidor . Y debe consultarse, en el modo posible, la urgente reparación de la obediencia y subordinación, que se han derrocado. La diestra previsión de V.E. divisará toda la entidad del lance, y las terribles
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx