Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
720 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ . don Antonio Pórcel, su jefe y amigo (23). Allí planeó, también, es– bozó y aun empezó, con el encarnizamiento y amor que son de su– ponerse, el manifiesto-exposición de su conducta, destinado a publi– carse en España, como lo fue en Madrid, poco después de su arrribo a la capital de la Península. consecuencias que puede rendir en daño del Estado. Agitado éste por un ene.. migo astuto que lo cerca, y que no cesa de excitar toda la interior seducción, en que funda sus mejores esperanzas -la irreflexión y el capricho soplaron el 29 de enero una llama que hubiera devorado lastimosamente el reino todo, si yo (tan sufrido como interesado en la conservación de lo que he mante.. nido a costa de mis desvelos y conflictos, no hubiese despreciado los dere– chos del empleo y de mi honra, sólo por consultar el bien público, atacado por una convulsión de que la tropa nada supo, y sólo se abusó de su servil obediencia. Este ha sido el eje de mi deliberación en semejante compromiso. Mis responsabilidades están salvas con mi procedimiento, y con la respectiva exclamación auténtica que lo clasifica.- Sírvase V. E. hacerlo todo, desde luego, presente a S.M. para su real conocimiento y providencias de su sobe– rano agrado, mientras que mi regreso a España me facilita presentarme per– sonalmente a S.R.P., y contraerme al pormenor de semejante ocurrencia, en que me prometo, de la justicia y bondad del monarca, todas las satisfac_ nes que, en mi juicio, merezco en indemnización de mi crédito, tan enorme.. mente agraviado.- Dios, etc.- Lima, febrero 11 de 1821.- Joaquín de la Peezuela.- Excmo. Sr. Secretario de Estado y del despacho de la Guerra.– Madrid".- Odriozola, Documentos históricos del Perú, IV, 124 a 128. (23) Tomamos esta carta de Mendiburu, que no la trae íntegra, sino "en lo esencial", concebida del modo siguiente: -''Inmediatamente que recibí la primera intimación, convoqué a la diputación provincial, como representante de estas provincias, para instruirla de todo; y pasé al mismo tiempo, aviso al general La Serna, por el secretario de la junta de generales, que igualmente convoqué, para que, instruído, montase a caballo, fuese al campamento, e hi– ciese entender a los jefes que habían suscrito la intimación, el grave delito que habían cometido, y lo aquietase todo, previniéndole que, al marchar, pasase por mi casa. El general La Serna no quiso cumplir mi prevención; y, como él se hallaba campado con el mismo ejército, y se había venido a Lima la noche antes, y era el elegido para el !mando por dichos jefes, parecía que nadie era más a propósito que él; mas se negó segunda vez .- A las once se reunieron los generales en mi palacio, incluso La Serna, y observé la mayor sorpresa en el de ingenieros, Feliú, en el subinspector general La Mar, y en el de marina Vacaro; pero no en La Serna y el subinspector de artillería LJa_ no; ni tampoco en el secretario de la junta, el coronel Loriga, individuo también del E .M. - Sea lo que fuere, lo cierto es que en ninguno de los seis hallé el mínimo apoyo, y que fueron todos de unánime conformidad en que debía entregar todo el mando, inmediatamente; y, no contentos con la con– testación primera que yo había dado a dichos jefes (que consta del número segundo de la correspondencia oficial al que acompaño), con aquella en rgía que corresponde al que manda, pusieron ellos mismos la terminante del nú– mero tercero, dictada por La Serna (según me ha asegurado el secretario), en el tiempo en que yo me salí de la junta para dejarlos hablar librem nte y para oir en mi gabinete el dictamen del auditor de guerra y ministro de esta
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