Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
726 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ IV Para justificar la deposición del funcionario excluido y la exal 4 tación del nuevo, había que comenzar inmediatamente por expedir disposiciones que, a la vez que revelasen consagración asidua al bien público, y brillasen por aquella actividad cuya carencia imputárase al gobernante anterior, envolviesen un espíritu de desinterés y abne– gación capacs de despertar, en los ánimos decaídos y desengañados, la esperanza, la confianza y la fe. Había, por otra parte (y era lo que más urgía) que exculpar ante la Corte el escándalo de una revolución sin precedente, que nat uralmente habría de concitar la sorpresa, primero, y el enojo después, de quienes, por la propia lejanía en que se hallaban del tea– tro de los acontecimientos, de las pasiones que los habían producido y de las necesarias complicaciones que podrían traer, juzgarían, con criterio frío y r igoroso, la extraña conducta de los hombres a quie– nes se había confiado la salvación del predominio colonial, no sólo con la acción y el valor, sino con la organización, la disciplina y el ejemplo. Respecto a esto último, decidióse el envío a la Península de una comisión especial, que! compuesta de los más adictos y devotos amigos del usurpador, se encargara de exagerar los cargos y acusa– ciones contra el solitario de la Magdalena, de fundar el cambio, y ob– tener la aprobación de todo lo ocurrido, así como la confirmación de la investidura ilegítima arrancada por la sola virtud de la vio– lencia. Tal comisión, formada por el teniente coronel de artillería don Antonio Seoane y por el marqués de Valle-Umbroso, fijó, para fecha de su salida, el 29 de marzo; y, entretanto, dirigióse una comu– nicación preparatoria, que inclinara el ánimo de la suprema potestad a la contemporización y a la benevolencia, en la que afirmábase; sin pudor, "haber La Serna recibido el mando con harta repugnancia, por la renuncia que a su favor había hecho el general Pezuela; renuncia p recedida de una representación de los jefes contra el mismo, cuyos asertos, por desgracia, er an demasiado verdaderos". Los comisio– nados, además, deberían recabar del monarca la venida de buques y el envío de una gruesa cantidad de azogue; de doce mil fusiles, dos mil sab les y mil espadas ; de un buen número de monturas, con to– dos sus menesteres; de quinientas mil piedras de chispa, mil qui– nientas lanzas y cañones modernos de grueso calibre; e item más , algunos buenos oficiales de las tres armas, cuatro escuadrones ve te– ranos de caballería y cuatro mil clases de tropa, entre cabos y sar– gentos; solicita r el ascenso de todos los miembros de la "logia"
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