Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
EL ULTIMO VIRREY: SUS PRIMEROS ACTOS 733 Pero estos planes, íntimos y secretos, desconocidos por tanto para el público, mal podían borrar en éste el desencanto surgido, en los más entusiastas partidarios del rey, ante la evidencia de que el cambio de gobierno no era al cabo más que un cambio de hombres; de que la inercia e inutilidad echadas en rostro al solitario expulso de la Magdalena, prolongábanse sin remedio ni intermisión; y que nada había que aguardar de los nuevos administradores y estrategas que no fuese rastrera imitación de lo ocurrido en el período virreina– ticio precedente. Los realistas del virreinato, sin excepción, volvían entonces los ojos hacia esa sombra venerable, hermosa, potente, in– victa, de Abascal, vencedora en todas partes, presente en los últimos rincones del continente meridional, y cuya férrea voluntad mantuvo sujetas de su puño las riendas de la sumisión y los destinos de todas las colonias conmovidas de Sud-América. X Lo que si causó muy favorable efecto fue el desprendimiento manifestado por los jefes y oficiales del ejército real, quienes, dice Camba, "bajo el único concepto de hacer un servicio a su patria, convencidos de las estrecheces públicas, y ansiosos de acreditar el desinteresado espíritu que los animaba", dirigiéronse al virrey noví– simo, su hechura, para dos objetos: 1<? pedir que "no se concediese recompensa alguna (ascensos), mientras no las reclamasen nuevos hechos de armas" y 2<:> "hacer cesión de la mitad del sueldo que les correspondía en esa actualidad, y del que en adelante pudiera co– rresponderles, durante la guerra", sin más condición que la de ser esos sueldos "reintegrados cuando el desahogo del erario lo permi– tiese".- La Serna, después de manifestar, en nombre de España y de su rey, el reconocimiento y la satisfacción que, en una y otro, habría necesariamente de provocar aquel arranque de abnegado civismo, tomó este último como base para expedir una medida general, cual fue la disminución, en un cincuenta por ciento, de los haberes per– cibidos por todos los servidores del Estado. Uniendo el ejemplo a la palabra, el nuevo funcionario supremo redujo los sesenta mil duros que constituían su haber anual, a solos doce mil; o sean mil, en vez de cinco mil duros mensuales; reducción -agrega Camba- que 1-epresentaba una "cantidad apenas bastante para subvenir a la más módica subsistencia del primer personero del rey y de la metrópoli en el Perú" (13). Justo es, a este propósito, anotar que La Serna, descontada por (13) Memorias, t.I, pág. 380, passim.
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