Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
70 GERMAN LEGUIA y MARTINEZ X Tárdase, más o menos, una hora en vencer la pendiente escar– pada y cerril de aquellos montes, "cuyo cordón se prolonga, de oriente a poniente, por más de una legua, en forma de anfiteatro muy inclinado". Felizmente, aunque fatigados por la ruda caminata y atormen– tados por el soroche (puna o "mal de las alturas", al fin ponen pié los patriotas, sin la menor novedad, en el portachuelo o angostura artificial que da comienzo al sendero caracoleante de base a cum– bre (10). Son las once del día. XI Desde el primer momento, tendiendo la vista al coliseo de sie– rras abruptas, cuyo declivio, abre el embudo en que se agazapa la ciudad del Cerro, venias los asaltantes "coronadas de indios", que acuden a gozarse con el extraordinario espectáculo de aquel duelo a muerte, próximo a trabarse entre los dominadores y los heroicos americanos que pretenden redimir a los descendientes de los In– cas ... Del lado de la senda en ese instante seguido por Arenales, "bien se pueden calcular los grupos de indios en más de quinientos". Los independientes creen, de pronto, sospechosa la presencia de aquellos infelices, quizá soliviantados en contra suya por los agentes virreinales. Presto se sacudirán de la injusta sospecha, y se convencerán de que los indígenas cerreños, como todos sus con– géneres de la región central, ya bien probados, son sus agradeci– dos auxiliares, antes que enemigos. Presto "llamará su atención el grado de desarrollo en que se encuentra el espíritu revolucionario de esos pueblos". Presto, en fin, verán cómo, "así los indios como las personas de más elevada clase, que habían conseguido uno o más de los papeles" desparramados por los emisarios secretos de San Martín - "papeles guardados, por unos y otros, con fe reverente (10) Del camino a Paseo. No es precisamente ese sendero el que las tro_ pas de Arenales siguen en el descenso de que se habla, ya por previsión, a fin de eludir y burlar las emboscadas laterales que los españoles pueden tenderles en plena vía; ya para conservar, en lo posible, la distribución separatoria, en alas y columnas (o masas), adoptada por el general, y acordada, como conve– niente y hasta necesaria en plena marcha, en la instantánea junta de guerra celebrada, a plenos aire y sol, sobre las alturas.
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