Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

CAPITULO VII BATALLA DEL CERRO (6 DE DICIEMBRE DE 1820) I O'Reilly, que, según se ha dicho, no ha pensado, ni por un instante, en estorbar siquiera el descenso de sus contendores, a quienes, evidente y fácilmente ha podido aniquilar y repeler en al– guno de los desfiladeros, precipicios, gargantas b malos pasos de la cumbre o de la falda, no sacude su somnolencia, sino en el mo– mento preciso en que tal descenso se aproxima a su consumación; esto, es, cuando, acercados los independientes al portachuelo en que termina el camino real, están, puede decirse, en los aledaños de la población y se le vienen irremisiblemente encima. Despertado de su letargo por los tiros de artillería que la bri– gada de Cabrera le ha lanzado desde la coronación de la montaña, por fin ha resuelto salir; salir tardíamente; tanto que, así sus mo– vimientos iniciales, como la distribución completa de su línea de batalla, se efectúan, literalmente, a los ojos del adversario. Tan infatuado está; tan pagado de sus fuerzas y elementos; tan seguro de desbaratar, en un santiamén, a los presuntuosos asaltan– tes; tan poseído, en fin, de lo ineluctable de su triunfo que esa salida reviste apariencias de parada, alardes de marcialidad, cariz ostentoso de paseo, simulacro o fiesta cívica ( 1). II Colócase, así, en las posiciones que sin duda ha escogido de an– temano, dadas la rapidez y precisión tácticas con que cada cual (1) ''Hizo salir sus batallones de los cuarteles, a tambor batiente, y to– mar sus posiciones a nuestra vista ; y no se crea que con apuro, con prisa, por vernos a su frente; no señor: marchaban con una calma y parsimonia, que más parecía que lo hacían por ostentación de su disciplina, por desprecio a nosotros, que por confianza en el triunfo''.- Roca, loe. cit., pág. 495.

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