Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
ANDRES SANTA CRUZ 83 San Martín, ocuparon el pueblo de Chancay, seis leguas más allá de Ancón, la Expedición Libertadora se batía o maniobraba al sep– tentrión y cerca de Lima. Resulta, por tanto, inexplicable a primera vista, que el comandante del escuadrón de Carabaillo, en vez de huir, como O'Reilly, hacia el oriente, o, hacia occidente siempre, pero por vía paralela trazada más al sur (la de la Oroya, por ejemplo), escogiera aproximarse a la zona ya dominada por los independien– tes. Porque, una de dos: o salía a la costa por Oyón, y colocado en– tonces a la retaguardia de los patriotas, quedaba aislado y alejado de su base y centro principal de operaciones, cual era el cuartel ge– neral capitalino, cayendo inmediatamente en manos de un adversa– rio indudablemente superior; o salía a Canta por Pacaraos, región en que era fácil que su paso viérase interceptado por la izquierda in– dependiente; verbigracia, por Alvarado, destacado a la sazón sobre esa senda (2); o, en último término, por las guerrillas peruanas (ya multiplicadas hacia aquellas alturas y las de Huarochirí y Yauyos); supuesto, este últrmo, en que su suerte era la misma. ¿Cómo interpretar, entonces, aquella extraña operación, funesta para las armas españolas y, en todo caso, peligrosísima para el jefe que la emprendía? Los sucesos imprevistos que pasamos a relatar, poniendo en claro el pensamiento y la intención íntimos del futuro gran mariscal republicano, han de iluminar v esclarecernos el enigma. V Observada la presencia de la descubierta patriota, ya seguida a distancia conveniente por Lavalle (quien, tras el descanso y con la pausa necesarios, hase, a su vez, puesto en viaje) - Santa Cruz, ya a tiro de fusil de Suárez, da las voces sucesivas de "alto"!, "vol er caras" y "desplegar en batalla"; con lo que, dice un mnemógrafo coe– táneo, presenta "cuatro mitades de dieciseis hileras de frente, per– fectamente uniformadas, y armadas de sable y tercerola" (3). Ante aquella actitud de sus contrarios, Suárez, - que, como se ha expuesto, cuenta apenas con diez hombres - interroga a sus gra– naderos si se hallan dispuestos a secundarle en lo que él cree que se puede o se debe hacer. "Sobre ellos"!, gritan esos bra os a una voz, y mprenden al instante la carrera, sable en alto, r sueltos y animosos. (2) V. la nota final del cap. IX. (3) Carabina del tiempo.- V. a Roca, opu c. cits ., pág . 502 .
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