Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

86 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ región ecuatorial tenía en mientes, para la fecha en que terminara el a rmisticio. Más no pudo hacerlo. Precisamente a esa sazón ha– bfan llegado de la Península a Caracas, los comisionados españo– les brigadier José Sartorio y capitán de fragata Francisco Espe– lius, encargados de negociar y suscribir con el gobierno colom– biano, arreglos amistosos que diesen término a la guerra. El Li– bertador, al saber aquel arribo, hubo, pues, de retrogradar ca– mino del noreste; sólo que, antes de partir, acertó a tomar dos disposiciones importantes: P Ja designación de Sucre para gene– ral en jefe del ejército que operaba en Pasto y Popayán; ejército que, como se ha dicho, acababa, al mando de Valdés y Mires, de ser derrotado en Jenoy; y 2~ el envío de un comisionado patrio– ta, coronel Antonio Morales, a Popayán, Pasto y Quito, que, yendo a estas dos últimas ciudades en compañía del correo realista te– niente coronel don José Moles, notificasen juntos a Basilio Gar– cía y a Aymerich, la celebración y ratificación del armisticio ge– neral de 27 de noviembre; y les impusiesen el acatamiento y la observancia del mismo en toda la extensión de la provincia pas– tusa y de la presidencia. Dejemos a los comisarios realista e independiente a las fal– das de Puracá y del Pichincha, que ya nos impondremos del re– sultado de su gestión; y sigamos a Sucre, que es lo que de pronto nos interesa. El joven y hasta entonces desconocido general púsose en ca– mino a Pasto con Moles y Morales; hizo que sus compañeros de viaje suspendiesen la tenaz persecución emprendida contra los patriotas derrotados en Jenoy, para así dar feliz comienzo a su humanitario cometido; colocóse al frente de los derrotados; atrá– jose sus dispersas reliquias; acampó con ellas en el Trapiche, a fin de iniciar su reorganización; y, en fin, siendo portador de las órdenes e instrucciones impartidas a Mires, procedió a hacer que éste saliera incontinenti a Guayaquil por la senda de Buenaven– tura, a llenar, en aquella población la misión exigente que, des– de fines de diciembre (antes de partir de San Cristóbal) le había confiado el Libertador. XIII Irlandés de nacimiento, Mires, republicano convencido y ar– doroso, había, en homenaje a sus ideas, dejado las banderas es– pañolas, en que antes servía, y puesto su sangre, vida y servicios, a órdenes de Colombia, su patria de adopción. Pocas personas,

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