Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

90 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ destructible la libertad, pende, por ahora, de una feliz y pronta decisión de V. E. Los puntos que he propuesto a nombre de mi Gobierno son de la mayor entidad; y, después de bien reflexiona– dos, espero la decisiva contestación de V. E., para satisfacer con ella a S. E. el Presidente de Colombia. El se complacerá demasia– do con el buen éxito de mi comisión, y volando vendrá a felicitar a este Gobierno por la tranquilidad que de este modo adquirirá.– Dios, etc.- Firmado: J osé Mires". XV Basta leer la comunicación precedente, para palpar el cambio de situación; y en él vislumbrar otra actividad, otra energía, otro tono, signos de un gobierno potente, de una mano superior, más previsora, m ás atrevida y resuelta que esotra que accionara has– ta entonces (y accionaría después) tímida y débil del lado del sur. En momentos en que la primera expedición lanzada sobre el in– terior a órdenes de Urdaneta, acababa de ser hecha pedazos en Huachi el 22 de noviembre; en que Guido y Luzuriaga abandona– ban el campo para no volver; y en que San Martín, no obs tante de saber que la zona del Guayas continuaba amagada por las tro– pas victoriosas de Aymerich, no daba señales de vida, ni hacía arranque a lguno ostensible de protección; se comprende cuán elocuente y eficaz aparecería la palabra de un representante que, al poner el pie en la ribera del poético río, hacíalo en compañía de algunos veteranos, por pocos que fuesen; y desembarcaba con– sigo no despreciable cifra de armas y municiones de guerra; que ostentábase, ya no sólo con promesas y palabras, sino con he– chos; y que anunciaba, a la par de aquellas manifestaciones tan– gibles, el próximo arribo del Libertador mismo, decidido, con tro– pas competentes, a fulminar en la región el rayo de su valentía y a encender en ella Ja lumina ria de su genio. Y en verdad que, para el peruanismo indubitable de los m iem– bros de la Jun ta, o para el oculto y natural anhelo que pudieran abrigar de una absoluta independencia, era por demás mortifi– cante el modo de hablar del nuevo enviado. Consideraba éste a Guayaquil como una provincia colombiana, concepto en el cual proponíase notificar a la presidencia de Quito la extensión del a rmisticio a la zona del Guayas. Sólo aguardaba, para proceder, u na respuesta; no porque pudiera pensar en una negativa, quien j uzgaba la cuestión y la daba como resuelta por la ley fundamen– tal de su nueva patria; sino, únicamente, en atención a la conve-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx