Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
92 CERMAN LEGUIA Y MARTINEZ "Señor general:- La Junta de Gobierno, al encargarme de dar a US. la contestación que hemos acordado a la nota oficial reservada que nos pasó US. con fecha del 23, me recomienda par– ticularmente manifestarle Ja grande satisfacción que ha sentido al ver letras del ilustre Libertador de Colombia; al recibir la hon– rosa comunicación de aquel Gobierno; y al entrar en íntimas re– laciones con un pueblo que, después de tantos sacri/icios, ha ase– gurado al fin su independencia y libertad civil". "El armisticio de 25 de noviembre último, entre los genera– les de Colombia y Espaiia, debe ser admi1ido indispensablemente por el Presidente de Quito, y con el mayor gozo; pues cualquiera ilusión o esperanza que pudiera mantener por la ventaja de su posición sobre el Juanambú, debe disiparse como un sueño, al ver el nuevo re/uerzo que han recibido las armas de la patria en aquel punto, y, sobre todo, al saber que se halla al frente el mis– mo Libertador, cuyo nombre solo basta para aturdir a nuestros enemigos". "Si prescindiésemos de los sentimientos de paz y humanidad de que debe estar animado todo el que sea verdadero amigo de la libertad, seria de desear que el armisticio no tuviese efecto en Quito, para apresurar la libertad de las provincias subyugadas aún y vengar los agravios que acaba de recibir este pueblo". "Por ahora no tenemos que temer una invasión, porque en Ja estación presente se hallan inundados lodos los campos que nos rodean y son intransitables los caminos. El Gobierno ha sa– bido aprovechar estas circunstancias para levantar y organizar al– gunas tropas, que puedan, si no expedicionar contra Quito, a lo menos defender la provincia en su oportunidad. Esta fuerza, o parte de ella, unida a la que pudiera remitirse del ejércilo de Co– lombia, sería bastante (especialmente al mando de un general de tan acreditado valor y entusiasmo por la causa, como US) para libertar estos preciosos países". "Por es/as consideraciones, parece no convenir, por ahora, que US. use de su autorización para intimar el armisticio al Pre– sidente de Quito; pues, no siendo admitido, se debería marchar al punto contra él; lo que es imposible en la estación y en la si– tuación militar en que nos hallamos. Y, siendo admitido, debe– mos consentir en que las provincias nuestras hermanas continúen bajo el yugo; y nos exponemos también a que, admitido por esta parte y por el norte, queden paralizados los movimientos y pla– nes del Libertador por todas partes. Parece, pues, que la pruden– cia y la política aconsejan esperar el resultado de aquella nego-
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