Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA CONTROVERSIA 95 por el sublime ejemplo que nos ha dado en esta época memo– rable; sentimientos de admiración por el glorioso Libertador; y la mayor consideración a la persona y mérito de US". "Dios guarde a US. muchos años.- Guayaquil, febrero 27 de 1821.- (Firmado) José de Olmedo". XVII A la verdad que el gran poeta, conceptor y redactor único de la comunicación precedente, merecía codearse con los Talleyrand, como mereció después pavonearse junto a los Quintana, a los Ga– llego y los Herrera. Sabía el arte de no decir nada diciendo mu– chas cosas, algunas de ellas interesantes y concluyentes, pero ba– rajadas con talento y con soltura. " La agregación a Colombia, di– ce, es asunto arduo, digno de una discusión extensa y detenida, y que no se podrá resolver sino en varias conferencias. Bien com– prendemos nuestra debilidad y pequeñez, y la necesidad de que nos apoye y escude un Estado fuerte y poderoso, de esos que es· tán formándose en América. La provincia misma lo reconoce así, cuando, en su reciente ley fundamental, declárase en libertad de unirse a posteriori al Estado que más le convenga. Ya veremos, con el tiempo. Así como al presente estamos, vamos bien: queda– mos en libertad de actuar sin reatos cuando llegue la ocasión. Y ello será provechoso para todos: para Guayaquil, para el Perú, para, Colombia. . . No comprometidos nosotros en nada ni con na– die, nuestra patria será campo libre a los planes u operaciones que resultasen precisos para la lucha y el triunfo posteriores. Aunque estuviésemos autorizados para una declaración como la que se nos exige, no debemos hacerla: sería inoportuna y desven– tajosa. Ya llegará el momento: no hay que apurarse tanto en pe– dirla ni en prestarla. Primero, antes que todo, nos importa con– solidar nuestra independencia: hagámoslo, auxíliesenos en esto y para esto. Ya tenemos bastantes lazos y relaciones con el pue– blo colombiano: ello sobra por el instante. Por lo que hace al ar– misticio, no hay todavía urgencia ni conveniencia en notificarlo al señor de Aymerich. Lluvias e inundaciones fluviales están enci– ma: mal podemos operar militarmente, nosotros ni nuestros ene– migos: no tenemos, por ahora, ninguna invasión: no hay peligro. La notificación nos cortaría las manos: cuando menos, nos pon– dría en ellas esposas: no sólo a nosotros, mas también a los so– juzgados, a los desventurados quiteños: quedemos desembaraza– dos y libres: no nos liguemos con comprometimientos prematu-
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