Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

96 GERMAN LEGUJA Y MART!NEZ ros: esperemos el término o el resu ltado del armisticio. En todo caso, aun roto o incumplido éste, o rechazado por Aymerich, se– ría bueno que vosotros los colombianos operáseis del lado de Pas– to, y que nosotros solos, cooperásemos por aquí, a las órdenes del experto general Mires, que la bondad de la Providencia nos discierne para director y triunfador''. Tal, en resumen y en estilo llano, fue la contestación, a la verdad maestra, del bardo diplomático guayaquilcño. Ella, a la vez que elude la cuestión capital, capea diestramente otros dos pun– tos importantes. En primer lugar, el tocante al armisticio, a su notificación, y a la extensión sine causa que el gestor bolivariano pretende darle, estirándolo hasta besar las ondas del Guayas; pre– tensión que constituye la punta secreta y mañosamente afilada de la propues ta de Mires, ya que, aceptada y realizada, representa la inclusión tácita de la codiciada provincia en la jurisdicción y en los linderos de Colombia. En segundo lugar, esos auxilios, tan abundantemente ofrecidos y probablemente facilitados en pi-ime– ra ocasión por el gran vencedor de Carabobo, pueden ser y se– rán, en efecto la boa constrictora destinada a enroscarse en el cuerpo y a exprimir las entrañas de la libertad guayaquileña: una vez dentro, toda independencia absoluta resultará un sueño, todo esfuerzo contra la absorción, estéril; todo alarde de libertad, todo arranque autonómico, imposibles. De este temor fundado, de esta previsión luminosa, surge la invitación, sagaz y nebulosa, consis tente en que Colombia opere exclusivamente hacia el norte, sobre Pasto; con promesa de que Guayaquil cooperará, exclusi– vamente también, por el extremo sur. Y, como estas conclusiones pueden ser desagradables, amargas para el enviado, se le envuel– ve en oro la píldora, con las frases, si vagas siempre algunas de ellas, gratas al paladar del destinatario: las armas de la Patria; el engrandecimiento de la República; de hecho estamos agregados a cualquier Estado con quien tengamos relaciones . .. XVIII Comprendió Mires que, por el momento, era ocioso ins1st1r, y replicó, como cualquier otro gestor habría hecho en su lugar, ora lamentando delicadamente la postergación de la csponsión primordial; ora prometiéndose renovar las negociaciones con me– jor resultado, si bien más laborioso; ora invitando a sus concgo– dadores a ostentar sus intenciones, con igual franqueza y alti– vez, para con el Gobierno de Colombia; fingiendo, entre tanto,

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