Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
100 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XX Por más que, en la comunicación precedente, se encuentran, de un lado, frases de alcance ta n dudoso como aquella en que el nuevo Estado guayaquileño, con todos sus pujos de independencia, si que siendo apellidado con el mero dictado de provincia; y esa otra en que se expresa que la aparición de Bolívar sería el "pre– sagio de la integridad de la República" -esto último profético, y, como vislumbrable, inconveniente y peligroso de decir- es lo c ier– to que, a la par, deslizábanse conceptos perentorios, indicativos, no sólo del deseo, sino de la resolución de que ta l Estado fuera siempre libre y autónomo; conceptos días antes claramente deli– neados en un manifiesto que la Junta expidiera, para poner coto a las mm·muraciones de quienes aseguraban estar pactada ya con Mires la anexión a Colombia. Ese manifiesto, cuya fecha es de 11 de marzo de 1821, decía, entre otras cosas: "Reciente está la memo– ria de Ja conducta circunspecta del gobierno, y del respeto con que ha visto la ley que escribió el pueblo. Apenas han corrido dos meses desde que ha llándose aquí los oficiales comisionados del general Sa n Martín, se exaltaron los á nimos de algunos y pidie– ron que esta provincia se agregara, no a un Estado opulen to, sino que se sujetara a un ejército. Esta pretensión, apoyada por las mismas armas con que debía sostener la libertad, no pudo contra– rrestar nuestra firmeza; y, tranquilos, en medio de la tempestad de las pasiones particulares, adoptamos un medio ventajoso, para contar con la protección de aquel ejército, sin eludir la ley" ... Los documentos anteriores, y todas las noticias que con ellos enviaba simultáneamente Mires respecto a esa presuntuosa deter– minación de Jos guayaquileños, es de suponer cuanto enojo y dis– gusto concitarían en el ánimo intransigente, imperante y neuropá– tico del Libertador. Ya veremos como, rompiendo con el sis tema u sual y prudente de no hablar sino por boca de sus representan– tes, según practícanlo todos los jefes de Estado, estalló a poco en arranques personales y en conminatorias directas, no obstan– te de encontrarse en Guayaquil el general Sucre. Pero el orden cronológico de Jos sucesos nos obliga a dejar la narración de ta– les desplantes para después, y a continuar, entretanto, con el re– lato de la negociación Mires-Olmedo.
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