Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

LA CONTROVERSIA 115 ña sobre Quito; admirable conversión diplomática, que, con la apariencia de un plan meramente militar, habría de darle por término el r esultado mismo (así fuese de hecho) que directamen– te le había sido difícil obtener. La Junta presentóle, a manera de un arreglo, el propio pro– yecto que un mes antes {12 de abril) r emitiera a Mires, y que este, con razón o sin ella, se negara a suscribir. Aceptólo Sucre para base de discusión; pero, en seguida, devolviólo completa– mente modificado. Las modificaciones dirigíanse otra vez, maño– samente, a la anexión colombiana, y fueron por eso perentoria– mente rechazadas por Olmedo y sus colegas, que reiteraron su carencia de poderes y facultades para el punto. Fingió Sucre con– formarse con las observaciones que se le hacían, y propuso un proyecto novísimo, único -expuso- que le era ya posible ajus– tar y suscribir, y que, como va a ver se en seguida, si importaba un aplazamiento de lo principal, envolvía en el fondo su anun– cio, aún más: sq reconocimiento y admisión virtuales . En efecto, la propuesta no era ya un simple pacto como el de Guido, de "cooperación y auxilio": significaba algo más serio: constituía un convenio "de protección", superior a l ajustado con aquél; y la superioridad estribaba en que, si el agente peruano pudo lo– grar que la personalidad militar guayaquileña quedase refundida en la del Perú, y en consecuencia Guayaquil sometido a un evi– dcn te protectorado bélico; Sucre a rrancó a ese pueblo su perso– nalidad diplomdtica, vaciándola en la de Colombia. Era la incor– poración de derecho, hipócrita, interlineada, pero efectiva. La po– lítica de facto vendría después, por la razón o la fuer za. La ha– bilidad y el disimulo, suplantando a la libre voluntad y la discu– s ión, tendían sus redes sobre la presa, que, juzgándose libre to– davía, entraba, no obstante, en un palmario renunciamiento de sí, en la absoluta dependencia, en la esclavización . Merece, a la verdad, ser íntegr:amente trascrito aquel acto, en que la figura del vencedor de Pichincha y Ayacucho salta a la contemplación de la historia con una luz y bajo un aspecto no bien estudiados todavía. El glorioso patricio destinado a descar– gar el último golpe sobre la testa hispana, dominadora del con– tinente, no sólo fue un gran capitán: fue asimismo un genio di– plomático de primer orden, re{inado en la intriga, consumado en la astucia, como ya le veremos al volver a encontrarle en el Perú.

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