Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
120 GERJl1AN LEGUIA Y MARTINEZ lombia, y que la provincia reconozca que, de derecho, y, en algún modo, de hecho, pertenece a nuestra asociación; y 3? facilitar la libertad de Quito, que es lo que nos importa.- Respecto a nues– tros gastos, yo he mejorado, porque ofrecía reconocer a la deuda nacional los gastos de todas las expediciones sobre Quito, y por el convenio no debemos pagar sino la subsistencia de nuestras tropas y los transportes, debiendo Guayaquil mantener sus tropas durante la campaña y dar todos los recursos militares que tenga en sus parques.- En fin, el Libertador debe considerar que yo no he perdido ningún partido para sacar las mayores ventajas, y que hasta ahora he conseguido algunas. Acaso, antes de marchar la expedición, habré satisfecho absolutamente todos los deseos de S. E., en todos sentidos, respecto de la provincia; pues no dejo instante sin practicar las diligencias para ello, y mis esperanzas de lograrlo se aumentan". VI Se ve, en semejante comunicación, al negociador discreto, pertinaz, consciente, que parte al fjn anhelado, contando, calcu– lando, midiendo todos sus pasos, y que avanza en ellos con Jos ojos abiertos. El pacto del 15, dadas tales condiciones, tenía que ser, como fue, satisfactorio: no traía la anexión que Sucre pre– tendiera, decisiva y franca; pero era su preparación, su profecía, su efectividad en potencia. Decíalo una multitud de frases suel– tas, deslizadas en el tratado: mientras el representante colombia– no exponía claramente su propósito de suscribir la negociación, como " un medio de abreviar el término de la agregación de Gua– yaquil a su patria", s in más taxativa que la de "obtener libremen– te el voto de los pueblos que habían sacudido la dominación es– pañola al sur de Quito"; mientras ese representante hacía constar el hecho de que Bolívar le había "confiado sus poderes, para pre– sentar al pueblo y al gobierno guayaquileños la ley fundamental colombiana, como un pacto social al cual debían adherirse, incor– porándose a la República y enviando sus personeros a su Asam– blea nacional" y, a vueltas de todo ello, concluía por ofrecer, co– mo el señor a sus presuntos siervos, la recompensa debida a cual– quiera "cooperación prestada a los planes" que venía a realizar; la Junta Superior (ya no suprema) del Guayas, reconocía y afir– maba "la conveniencia de sus relaciones íntimas con la nación del norte"; prometía "recomendar las ventajas de la anexión en pro– yecto a la Junta Electoral de la provincia, en la forma que más
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