Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

122 GERMAN LEGUIA Y MARTINr:z arrogante y hermoso; insinuante y benévolo, aunque generalmen– te serio y grave. Y las mujeres y el pueblo, que le convirtieron en su ídolo, fueron los primordiales agentes de su propaganda. Sabida es la sugestión que el bello sexo ejercita en estos pueblos soñadores, ardientes y jóvenes; y como es que, en los labios y en los ojos de sus beldades predilectas, prende casi siempre el fuego de la celebridad y se encienden las llamaradas de Ja gloria (S). E l Perú en Guayaquil, desde el instante de la aparición de Sucre, pudo ciarse por virtual y pacíficamente derrntado. Conser– vó a su lado un núcleo entusiasta y ferviente, en que los Ugarte (inclusive el cornnel), los Roca, Zerda y Tirapegui, gran número de comerciantes, y Jos triunviros de la Junta, hacían de cabeza; pero vio, poco a poco, organizarse e incrementarse, al frente, otro grupo resuelto, presidido pQr los Llona y los Garaicoa, los Luz– cando y los Camba, los Lavayén y Gorrichátegui; y Sucre, sin vio· lentar Ja verdad, pudo expresar Ja esperanza de que "pronunci'ln– dose Ja opinión en favor de Colombia, pronto habría ele ser fácil que en un voto público se declarase por la agregación de Gua.v'I· quil a aquella nacionalidad" (6). (5) Sucre tampoco despcrdicíaba ocasión de conquistarse adeptos po– líticos para su patria y personales para si mismo. Cuenta Vicente Pesquera Vallcnilla, en sus Rasgos biográficos de Sucre, opúsculo impreso en Cara· cas en 1894, que el joven general hubo, cierta vez, de concurrir a un baile en que estaba la señora de Gaínza y dos bellas hijas suyas, furibundas partida· rias de los realistas. Sucre bailó la primera contradanza con la más arrogante de las hermanas, Josefa Gaínza; y, en alguna de las figuras, ocurrió que una de las medallas colgadas al pecho del futuro triunfador de Ayacucho, se enrc· clase en el corpiño de Ja deslumbradora pareja: "iMis glorias quieren ser su· yas, y lo son, señorita!", exclamó el brillante militar, que vestía de gran uniforme.- "Me haré digna de ellas", replicó aquélla rápidamente.- Sea, dijo Sucre y afianzó en el pecho de la joven la medalla semiarrancada del suyo. La agasajada inclinósc en graciosa reverencia, y dio las gracias. Un aplauso resonó en los salones. Las Gaínza, desde ese instante, tornáronse sucristas.- Josefina Galnza, era hija del brigadier don Gavino Gaínza, viz· ca!no y de doña Gregoria Rocafucrte, guayaquileña, hermana del Presidente ecuatoriano de este apellido (don Vicente). Ese Ga!nza es el mismo que, ven· cido en Chile por O'Higgins y por Juan Mackenna, firmó el convenio de Lircay de 3 de mayo de 1814, que sublevó las iras de Abascal; y el mismo también que, en 1821, meses después de que estas cosas pasaran entre Sucre y su familia en Guayaquil, proclamó la independencia de Guatemala, donde ejer– cía el cargo de jefe superior político, por Espafia su patria. (6) Nota, ya cit. a Briccfio Méndcz, del 15 d~ mayo.

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