Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

124 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ tivas a la presión que sobre ellos se ejercía en el sentido de la anexión procolombiana; formularon sus quejas y temores, a Ja par que sus consideraciones y esperanzas en el apoyo del Perú; y acababan por suplicar encarecidamente el envío de los auxilios solicitados, ya no sólo para levantar el número, calidad y eficacia de las tropas que habrían de expedicionar al interior, sino para sostén, escudo y defensa de la libertad guayaquileña, contra las pretensiones y la coacción colombianas, dañosas para la incorpo– ración final que unos y otros anhelaban y que siempre procura– rían realizar en beneficio del Perú. Por desgracia, era tarde. El descuido y la meticulosidad del general argentino habían hecho que Colombia adelantárase a ocu– par el terreno de la disputa; y todo plan encaminado a equili– brar la fuerza con la fuerza, sería, dada Ja actualidad de las co– sas, la ruptura ruidosa primero, y el choque armado, escanda– loso después. San Martín, como dice Paz Soldán, no podía ni de– bía ya proceder a apoyar violentamente las demostraciones de la Junta guayaquileña, "sin exponerse a serios compromisos con Colombia: la política y la necesidad lo obligaban a ser mesurado en sus pasos, y a conciliar por la diplomacia lo que no podia obtenerse por la fuerza, aun cuando de su parte mediaran el de– recho y la justicia" (9). Alentó, pues, las esperam:as de ta Junta ~ nada más. VIII Suceso inesperado vino a aniquilar al partido llamado r ealis– ta, y a incrementar, con los individuos pertenecientes a él. el ban– do, hasta entonces respetable, de los amigos del Perú. Se recordará, porque ya lo expusimos en otro lugar (10), que, seguro el general colombiano de que la agregación de Guayaquil a su patria estaba por el pacto del 15 de mayo virtualmente ob– tenida; siendo principal objeto de su admisión el procurar la li– bertad e independencia de Quito; y atento a la organización y dis– ciplina de las colecticias tropas guayaquileñas -con éstas y con las suyas abandonó la ciudad-; y se constituyó en Samborondón, lugar que convirtió en su cuartel general; y allí consagróse, acen- (9) Historia, cit., t. 1, pág. 254. (10) Segundo período, parte 111, cap. 111, intitulado "Auxilios a Colom– bia", págs. 642 a 663 del vol. V de esta obra.

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