Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA CONTROVERSIA 139 Con contendor tan resuelto, como Mitre expone, la derrota pe– ruana habría de ser segura y decisiva. Así lo comprendieron los contrarios: "somos fuertes, dijéronse: no hay que pensar e n abnegación , generosidades, deberes ni otras niñerías; sino prepararse a vencer, vencer en cualquiera forma, aunque sea la de la fuerza, si e lla es precisa". Y diéronse a conspirar en ese sentido, procurándose, ante to– do, a lguna sombra de legalidad. En Guayaquil era difícil, si no imposible, e ncontra rla; y, por lo mismo, operando subterránea– mente, fueron a buscarla en otra parte. Pusieron la mira en el distrito de Portoviejo, el más apartado de Ja provincia a su extre– mo norte, y en él provocaron un pronunciam iento. XVIII Era el 16 de diciembre, c uando el cabildo parroquial portove– jcño rcunióse intempestivamente, sin anuncio ni convocatoria; y, con gran asombro de los vecinos (que no esperaban tal cosa, ni la habían soñado siquiera) discutió a las volandas, formuló (en apariencia, porque se la habían enviado redactada desde Guaya– quil), y suscribió solemnemente, un acta, en que declaraba su deseo de que Ja provincia del Guayas se incorporara en la vida p o– lítica de Colombia, agregando la protesta de "sostener tal deci– sión a todo trance". Esa acta fue con un expreso enviada a Sucre, quien tuvo la osadía de ponerla en manos de la Junta Suprema, como si ese general extranjero fuese el natural s uperior de los revoltosos, y aun su intermediario de derecho. Olmedo, poseído de toda su fir– meza y dignidad, motejó la inconveniencia de la manifestación y la irregularidad de s u conducta; y rechazó enfáticamente la facul– tad con que " una fracción pequeña e insignificante de la provin– cia", presumía resolver cuestión tan delicada y seria; se separaba del res to, o sea de la mayor ía, con el propósito de imponerle su voluntad; procedía a dividir la familia guayaquilcña; y, en fin, encendía la discordia -algo más- la guerra civil; ya que protes– taba afirmar la extraña resolución con su esfuerzo y con s u san– gre, y ponía así a la Junta en la necesidad de someter a los disi– dentes madrugadores por la fuerza, si fuese esto necesario. Por supuesto que Sucre no tuvo cómo rebatir, o rebatió des– airadamente, reflexiones tan fundadas; y, como Olmedo diese en– seguida orden de que una columna de tropas marchara a moderar a los exalta dos manabitas, impetró la su spensión de la providen-
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