Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
wo GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ los ho111bres; tercero, que 11egarse, bajo cualquier pretexto, a la in· corporació11 de la provi11cia en la República, era dar a los demás pueblos un eje111plo tan 11ocivo, que jamás se conseguiría en Euro– pa la declaración de la independencia de los pueblos de América; cuarto, que todos estos pasos no eran más que un abuso de la mo– deración del Libertador Presidente, que bondadosamente toleraba la negación de algunos particulares; y qui11to y último, que, en cumplimiento ele su obligación como procurador general y como particular, elevaría desde luego la representación al señor Presi– dente de la república de Colombia, para los fines indicados, pi– diendo al Excelentísi1110 Ayuntamiento copia legalizada del acta de esta sesión". Dicho lo cual, inmutado y campante; campante, como quien parte seguro de descargar su cólera y castigo sobre la insolencia y los insolentes, arrancó, más que cogió de la mesa, la solicitud de sus correligionarios colombianistas, y abandonó el local entre los aplausos de los unos y las risas o rechiflas de los otros. XII Y corrió a palacio y llevó a su ídolo las exageradas nuevas de lo ocurrido en la reun ión municipal, y puso en sus manos el asen· rlereado pedimento, invitándolo, en nombre del "pueblo de Gua– yaquil", cuya personería múltiple arrogábase este espíritu de co– lono empedernido, habituado al servilismo y nostálgico de su ejer– cicio en los altares del poder, invitándolo a echarse de golpe y sin escrúpulo, por entre los extravíos y encrucijadas de Ja fuerza. Era precisamente lo que Bolívar meditaba y lo que quería, harto ya de contemporizar con esa libertad que siempre fuera su divi· sa, su gloria y su bandera. La cuestión guayaquileña era, para él, dice Mitre, cuestión de poder nacional, de preponderancia ame- 1 icana; y Ja encaró sin vacilaciones. Era algo más, agregamos nos– otros : una obsesión de su orgullo, un sueño de su índole megalo– maniaca, neurótica, semiepiléptica: mal podía, pues, cejar en el propósito de desatar el nudo a todo trance, rápida, escandalosa, violentamente. Lo primero que h izo fue sacar sus tropas a la calle, armadas has ta los dientes; tenderlas a lo ]argo de plazas y avenidas, desde fas puertas de su palacio; y hacerlas desfilar en procesión apara– tosa y amenazante, tras el pregonero designado para, en esten– tórea voz dar a los vientos del Guayas el bando siguiente:
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