Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA VIOLENCIA 205 ciones debidas a su nombre.- En el mismo día llegaron mil tres– cientos hombres, que -había indicado S. E., al Gobierno- venían destinados a pasar al Perú. Posteriormente S. E. ha reasumido el mando político y militar ele esta provincia, habiendo cesado en consecuencia todas las funciones de la Junta de Gobierno.- Lo ¡;articipo a V. E., para que en adelante sepa a quién debe dirigir sus comunicaciones oficiales". Escrito fue este oficio -el último del presidente de la Junta guayaquilcña- a bordo de Ja nave almiranta del Perú, a donde el mismo día del zarpazo colombiano trasladáronse, con el plenipo– tenciario Salazar, los triunviros Olmedo, Roca y Jimcna (éste úl– timo con su esposa), así como La Mar, Tama, Amador y otros pe- 1uanistas o autonomistas, disgustados natu ralmente por el aten– tado; o, como dice un escritor ecuatoriano, "más que disgustados, ofendidos ele aquel acto, con que vino a desaparecer un gobierno lormado por la voluntad del pueblo" (25). Todos viniéronsc a Pai– ta y a Lima en nuestra escua.dra, que, como veremos, regresó a lines de julio al Callao, trayendo los primeros auxilios de Colom– bia, según acababan de acordarlo Libertador y Protector en su entrevista. Roca, objeto y blanco preferido de las prevenciones de Bolívar, no volvió a desembarcar en el puerto natal, lo m ismo que Jimena, "no obstante las repetidas instancias con que Bolí– var trató de detenerlos" (26). Olmedo, más débil y condescendien– te de carácter después de estar en tierra y reembarcarse con San Martín tras la recepción que el 26 de julio hízose a éste, tornó a desembarcar el 28, cediendo a las reiteradas súplicas clcl Liber– tador, empeñado en la intervención electoral de los gobernantes expulsos, a fin de reafirmar las apariencias de espontaneidad que anhelaba para su farsa de pronunciamiento procolombiano a pos– teriori; y viosc al gran poeta presidir la sesión preparatoria de aquella fecha, en que el Colegio Electoral convocado eligió una Comisión de Poderes. Motejado por sus compañeros y amigos de aquella inconsecuencia flagrante, y arrepentido o avergonzado de haber incidido en ella, constituyóse de nuevo a su refugio de la escuadra; ya no compareció, contra ruegos y exhortaciones, en las ~esioncs siguientes; y en esa escuadra vínosc como sus colegas al Perú, donde ya le veremos formando parte del primer Congreso constituyente. Todos esos expatriados voluntarios tornaron a Gua– yaquil tiempo después, separada y sucesivamente. (25) P.F. de Ccvallos, op. et vol. cit., pág. 413. (26) Ccvallos: loe. cit.
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