Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
206 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ XVII Tal fue la forma en que se consumó la usurpación, perpetra· da por el Libertador, de lá provincia del Guayas, que correspon– día a nuestro territorio, ora por inclinación de su voluntad aím en plena presión colombiana; ora por el título de derecho y de hecho que sobre ella nos daban los postrimeros actos de jurisdic– ción, dominio y soberanía emanados del gobierno español. El re– cuerdo de esta usurpación será siempre un escándalo en la his· toria de América, y una mancha en la de Bolívar, cuya interven– ción, si bendita en lo esencial, habría de inferir, después de ese daño, otros no menos condenables y ciertos, a l abnegado, confia– do y generoso pueblo de los Incas. Y aquí deberíamos poner punto a este capítulo, narrados co· mo quedan los únicos sucesos tocantes a la vida y los intereses del Perú; pero creemos útil, para satisfacer la j usta curiosidad del lector, prorrogar nuestra tarea, redondeando el relato de los acaecimientos anteriores con el sucinto d~ aquéllos que corona– ron y pretendieron legalizar la anexión violenta de la codiciada provincia. XVIII Ausente el representante del Perú, general don Francisco Sa– lazar y Carrillo, fue el plenipotenciario peruano en Méjico, Dr. D. José de Morales y Ugalde, quien, por encargo expreso del Protec· tor, comunicó a su gobierno la culminación de la farsa, sus deta· !les y postrimerías (27), días antes de encontrar y tomar la nave que había de llevarlo a su destino. (27) "Guayaquil, 4 de agosto de 1822.- I!tmo. Hon. Sr. coronel don Bernardo Monteagudo, Ministro de RR.EE. del Perú.- Iltmo. Hon. Sr.:-Con encargo del Excmo. Sr. Protector, informé al Supremo Delegado en las ocu– rrencias de Guayaquil después de la llegada del Libertador, Presidente de Colombia. De la misma orden, he quedado en observación, para comunicar a mi Gobierno de los demás pasos que se dieren, hasta consumar el atentado de la agregación de esta provincia a la República, persuadido quizás de que el ambicioso jefe que la manda buscase algún arbitrio para salvar aparien– cias.- Ninguno más especioso que el de la anarquía, que adoptó desde el principio; y así la maniobra forjó esta quimera, y la ha sostenido después la fuerza, atropellando inconvenientes de tanta gravedad como los que apare· cen del papel que acompaño a US.l.H., formado por un individuo de los que
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