Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA VIOLENCIA 209 ca", y se eligiera un secretario y dos letrados asesores, que, pro– cediendo "en el término de ocho días naturales, diese cuenta al Congreso de su cometido, con un dictamen en estado de senten– cia". No contenta con todo esto, que prometía vida larga a la cor– poración procolombianista, aplazando el objetivo primordial de su misión, r esolvió aquélla, en la forma y con todos los severos alcances y adminículos de una ley, "a fin de que el curso de los negocios no sufriera la menor re tardación y el despacho de los mismos llevase consigo toda la legitimidad requerida; resolvió, de– cimos, depositar en la persona de S. E., el Libertador Presidente <le Colombia, las facultades del Poder E jecutivo en toda su lati– tud, hasta tanto que la deliberación final de los representantes declarara a la provincia en el caso de reglar su administración por las leyes ". Y todavía se eligió otra comisión de siete indivi– duos, que estudiara y "arreglara las bases de la incorporación de esa provincia a Colombia" (30). XX E stos pujos de una soberanía, muerta y sepultada, que pa– recía ganosa de resucitar, desatados, a vista, ciencia y conciencia de su señor, por esa grey de esclavos, colmó la paciencia de Bo– lívar , quien, el 31 muy- temprano, por conducto de su secretario Pér ez, en términos tan secos como imperativos, increpó la incon– veniencia de "estar ejerciendo funciones legislativas, contra sus a tr ibuciones"; reprimenda a la cual los pretensos y ridículos so– beranos, hundida la frente en el cieno de su envilecimiento y su abyección, contestaron tartamudeando una disculpa, primero, y obedeciendo después, ruin y humillantemente, el mandato del con– quistador. Bueno es entregar a la historia la parte sustancial de ese instrumento, para muestra de todo lo que puede y de los ex– tremos a que logra alcanzar la bajeza de los hombres. "El Congreso que se instaló -dijeron esos infelices- quiso abrir sus sesiones bajo los auspicios de S. E., y una excesiva deli– cadeza le im pidió a S. E . concederle este honor, para que no hu– biese ni aun remota sospecha de coacción (31).- El Colegio, con- (30) Las frases, todas, puestas entre comillas, sin más varia ntes que las muy pequeñas impuestas por la redacción, están tomadas r igurosamente de Jos documentos publicados en Guayaquil y remitidos al Gobierno del Perú por Mora les Uga lde, con el oficio trascrito en la nota de las págs. 206 y 207. (31) ¿Y qué era Jo que contestaban? ¿Coacción o no?
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