Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA VIOLENCIA 213 11ía, la administración, el comercio, el mutuo contacto, y hasta la sangre, habían fuertemente hecho contraer entre esa provincia y el Perú -tal unión había de ser pronto una fuente de tropiezos, de disgusto, de arrepentimiento, para los mismos que la habían pretendido y procurado con tan tesonero afán-. Aunque conforme con la antigua dt•miarcación, inconsulta y defectuosa, reñida esta– ba con la historia y la tradición recientes; con las conveniencias del pueblo reincorporado, cuyo mercado preferente, cuyo inter– cambio y riqueza residían en nuestras playas; y, en fin, con la vo– luntad misma de ese pueblo, a cuyo ayuntamiento hemos visto cuadrarse ante Ja fuer.ta, y retar y rechazar sus proyectos y arre– batos. Anexión tan violenta e ilegítima no había, pues, de ser per– fecta y estable. La rápida vis ión de sus inconvenien tes, y la nos– talgia de una autonomía, si gustada breve tiempo, por eso mismo niás atrayente y más cara, habrían, tan sólo ocho años después, de despertar vivamente el anhelo de reconseguirla y la intensa reso lución de alcanzarla. Ya que no la pequeña y momentánea re– pública de Guayaquil, impotente para constituirse y vivir en indi– vidual aislamiento, de todos modos surgiría otra entidad política, dueña y árbitra de su soberanía, que, bajo la sideral arcada del Ecuador, merecería Ja consagración i:le su derecho por la voluntad del continente; y, en esa nación novísima, Guayaquil reconquis– taría la preeminencia y el influjo a que tenía opción por su pros– peridad agrícola, por su potencia mercantil y sus demás condi– c10nes de privilegio. Bogotá y Colombia no podrían darle lo que ya tenía y estaba resuelta a tener por sí misma; y Bolívar, que, con la anexión de Guayaquil, creyó haber adquirido y asegurado para siempre a Colombia, .el brillante pedestal que, para su en– grandecimiento y su gloria, dábale aquella posesión sobre las ri– beras del Pacífico, adurmiósc gozoso y satisfecho en la gigantes– ca ilusión de ver a su Hija primogénita y preferida extender el brazo potente sobre dos océanos y arrellanarse cómoda, impe– rialmente, sobre el vasto lecho comprenso desde la Puná y Ma– chala hasta el Orinoco. XXV Endiosado por la íntima fruición de esos sentimientos, per– maneció todavía en la metrópoli del Guayas veintinueve días (del 2 al 31 de agosto), vencidos los cuales, hastiado de su inactividad, y descoso de visitar las provincias meridionales de Cuenca y Lo-
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