Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

EL ENCUENTRO 229 las regocijadas expans iones que después de sus éxitos guerreros se le ofrecían, había, desde el primer instante, planteádose el problema, y concebido la mejor y más práctica manera de ir a s u resolución. De ahí que el 25 de julio, al arribo de la Macedonia, veamos, a l aspecto de sus blancas velas, surgir dos simultáneos asombros: el de Bolívar, al ver llegar a San Martín, cuando imaginábalc tranquilo en Lima; y el muy acerbo, paladeado por el Protector, de encoptrar 1 a su émulo poten te y campante bajo su cúpula de palmeras tropicales, interpuesto en su senda, previsor, enérgico, in– vencible ... Nuevas circunstancias y documentos nos corroborarán muy pronto lo que acabamos de decir. XIV Media hora después de largar anclas en los movedizos ban– cos de la ría, pudo el ilustre huésped entrever la desconsoladora realidad de los h echos, palpar la aérea consistencia de las espe– ranzas, y consider ar la contienda territorial del septentrión irre– mediablemente zanjada en un sentido del todo adverso a sus ex– pectativas. Aproximábanse lentamente varias falúas oficiales, al– gunas de ellas con flámula del Perú, las otras con grímpola co– lombiana, y, toma ndo e l anteojo par a otear la magnitud, varie– dad y esplendidez del p anorama, vio San Mar tín la bandera de Colombia flameando en todos los edificios públicos y casas del puerto, detrás y a lo largo del malecón fronterizo. La enseña del Perú lucía su doble llamarada roj a y su centro níveo en la vecina escuadra: la de Guayaquil que le era bien conocida, no tremola– ba en embarcación ni establecimiento algunos. ¿Podría tal suceder, de no estar allí Bolívar? Los receptores y emisarios y las comu– nicaciones que traíanle las falúas sacáronle inmediatamente de dudas. E fusivamente saludáronle los recién venidos: a llí Blanco En calada y La Mar; allí Olmedo, Jimena, Roca y demás guayaqui– leños peruanistas refugiados a bordo de nuestra armada; a llí, lue– go, los edecanes del Libertador (IS). Unos y otros participáronle la inesperada, la desoladora n ueva: Bolívar estaba en la población desde el 11 de julio, tres días antes de la fecha en que el Pr otec- (15) Cuatro, según Larrazábal (Vida cit. vol. 11, pág. 153) y Villanueva Carlos: (La monarquía en América, t. III, pág. 232); tres, según Paz Soidán (op. cit., vol. II, pág. 308) y Lorente (id. id., t. VI, pág. 82).

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