Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
232 GERMAN LEGUIA Y MJ\RTIN[Z de la división Santa Cruz, a los que estudiosamente se había he– cho venir atrás (ya no en esa vanguardia de honor que habíaseles discernido desde Saraguro hasta Pichincha), acampaban, en las in– terioridades del puerto, dos mil seiscientos colombianos, sober– bios, engreídos, envalentonados por el éxito. XVIII Y amaneció el 26, día clásico e inolvidable, en que la América del Sur iba, por primera vez, a contemplar este hecho extraordi– nario, jamás, hasta entonces, ocurrido en el continente: la entre– vista de dos jefes de Estado. Guayaquil, escenario destinado a honrarse con aquel aconteci– miento, ardía, como era natural, a la espera del mismo, en plena y férvida conmoción. Los dos grandes defensores y mantenedores de la libertad de la América Meridional; los dos más altos y glo– riosos personajes de su historia; los dos soles de su vasto y su– blime horizonte iban a encontrarse; sólo que, por el propio he– cho de ser soles, mal podían caber y coexistir en un solo y máxi– mo firmamento; y, al aproximarse y tocarse por la fuerza de su recíproca atracción, habían necesariamente de chocar y rechazar– se -"abrazarse y repelerse", como dice Mitre- con alejamiento y eliminación del menos audaz y poderoso; y permanencia, en el foco máximo de la elipse sidérea continental, del más arrogante y enérgico, del más ambicioso y absorbente, del más apto, en fin, para el medio de impulsión colosal y revolución grandiosa, enton– ces imperante en la atmósfera del Nuevo Mundo. XIX Ornóse la población, como pudo, en las pocas horas de que dis– ponía. Sobre todo la luenga línea de edificios de la ribera y su malecón, preséntanse profusamente engalanados a la salida del sol. Desde el desembarcaderq hasta la lujosa y vasta mansión del vecino don J. Luzárraga, que el Libertador ha hecho preparar pa– ra alojamiento del prócer, todo es arcos, banderas, cortinajes, guirnaldas y flores. Son las once de la mañana cuando, después de almorzar fru– galmente a bordo de la Macedonia, la goleta infla velas, penetra
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