Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
244 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ cesaría para mantener la guarnición del Callao y el orden de Li– ma. Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por puertos intermedios, no podrá con– seguir las ventajas que debían esperarse, si fuerzas poderosas no llaman la atención del enemigo por otra parte, y así la lucl1a se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido, porque es– toy íntimamente convencido que, sean cuales fueren las vicisiw. des de la presente guerra, la independencia de la América es irre– vocable; pero también lo estoy de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males.- En fin, general: mi partido está irrevocablemen– te tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer Congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embar– caré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obs– táculo que le impide a Ud. venir al Perú con el ejército de su man– do. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la gue– rra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse.- No dudando que, después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa coope– ración de Colombia, y que Ud. no podrá negarse a tan justa exi– gencia, remitiré a Ud. una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada puede ser a Ud. de alguna utilidad su conoci– miento.- El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimientos, estoy seguro lo harán acreedor a que Ud. le dispense toda considera– ción.- Nada diré a Ud. sobre la reunión de Guayaquil a la Repú– blica de Colombia. Permítame, general que le diga que creí que no era a nosotros a quienes correspondía decidir este importante asunto. Concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos Estados de Sur-América.- He hablado a Ud., general, con franqueza; pero los sentimientos que expresa es– ta carta quedarán sepultados en el más profundo silencio: si lle– gasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían pre– valerse para perjudicarla; y los intrigantes y ambiciosos, para so– plar la discordia.- Con el comandante Delgado, dador de ésta, re– mito a Ud. una escopeta y un par de pistolas, juntamente con un caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita Ud. general, esta memoria del primero de sus admiradores.- Con estos sen– timientos, y con los de desearle únicamente sea Ud. quien tenga
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