Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
J.AS FUENTES DE LA ENTREVISTA 253 al Perú, y nzañana seguirá11 de este puerto los transportes que co11- ducen las tropas auxiliares de Colombia". "Sírvase vuestra señoría imponer al Poder Ejecutivo". "Dios guarde a V. E n111chos años.- Firmado: J. G. Pérez". XI Dos años antes del fallecimiento de San Martín, ocurrido en 17 de agosto de 1850, el gran mariscal don Ramón Castilla, a quien la posteridad, ha mucho tiempo ha reconocido como el más alto y benéfico ele los gobernantes peruanos del pasado siglo, im– púsose del deplorable estado de m iseria en que gemía el funda– dor ele dos graneles naciones sudamericanas, con oprobio para el nombre de éstas, y escarn io de los sentimientos y deberes a que hallábanse ligadas respecto del patricio. Presto, como siempre, a procurar cuanto pudiese ser honra o prestigio para el Perú, Cas- 1 illa, en efecto, apresuróse, en 13 de mayo de 1848, a llevar el con– suelo y la abundancia a la modesta morada en que, enfermo y ex– tenuado, ciego ya y menesteroso, sin más báculo que el débil bra– zo de su hija única, veía paulatinamente extinguirse su existencia el vencedor glorioso de San Lorenzo y Chacabuco. Conmovido ante el noble arranque del Presidente ele un Es– tocio al que en mala hora pudo suponer ingrato o indiferente a sus méritos y servicios, quiso, en comunicación de 11 de setiem– bre del propio año, manifes tar su gratitud por el emocionante re– cuerdo y la oportuna ayuda que con éste llegaba a su retiro; y hubo, con tal motivo, de entregarse a memorias y confidencias verdaderamente interesantes para la historia del Nuevo Mundo. Ya tendremos ocasión de conocer íntegramente ésa y otras cartas, cambiadas entre el libertador de pueblos y el redentor de esclavos e indios; y, entretanto, limitémonos a tomar, del primero de tales documentos, o sea del ya anunciado de 11 ele setiembre de 1848, aquellos párrafos que, de momento, corresponden más concretamente al objeto que estudiamos en este capítulo. Esos párrafos decían: "Yo hubiera tenido la más completa satisfacción, habiendo puesto fin a mi vida pública en América, con la terminación de la guerra de la Independencia en el Perú; pero mi ey¡trevista en Gua– yaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus pro– testas) de que el solo obstáculo de su venida al Perú con el ejérci– to de su mando, no era otro que la presencia del general San Mar-
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