Historia de la emancipación del Perú: el protectorado
LA ENTREVISTA 259 tratar con él, en la forma impuesta por su natural franqueza y por la más evidente cordialidad; y prosiguió formulando la esperanza de que, siendo, como eran, soldados de honor, hermanos de mi– sión y de suerte, compañeros de esfuerzos y penalidades, pocas horas en tierra les bastarían para entenderse (!). Bolívar, como no podía dejar de ser, manifestó, en forma urbana y noble, la gra– titud con que recibía los bondadosos homenajes de su interlocu– tor; y, devolviéndole los encomios recibidos, con los que ese in– terlocutor justamente merecía por sus sacrificios en pro de la t•mancipación continental, hubo necesariamente de significar la se– guridad que a su vez sentía, de que esas pocas horas fuesen tiem– po de sobra para explicarse (2). Y, apenas llegado a su alojamiento, donde, como ya sabemos, aguardábale Bolívar brillantemente colocado en medio de su nu– meroso Estado Mayor, San Martín, quizá si con demasiada llane– za, pero con muy poca cordura y con ninguna oportunidad, abor– dó, superficial y falsamente, la cuestión guayaquileña (que, muy bien lo sabía, no debía en tal momento ser tratada), preguntando al vencedor de Carabobo si la anexión por él pretendida de aquel territorio, le tenía o no vivamente preocupado (3). Bolívar, son– riendo, pronunció una seña negativa, y procedió a hacer a San Martín la presentación de los funcionarios y jefes que le acompa– ñaban (4). Pero tales preludios no eran, ni podían ser, todavía, una con– ferencia formal. (1) "Desde que S.E. el Protector vio a bordo a S.E. el Libertador, le manifestó los sentimientos que le animaban de conocer a S.E., abrazarle y protestarle una amistad la más íntima y constante. Seguidamente lo felicitó por su admirable constancia en las adversidades que había experimentado, y por el más completo triunfo que había adquirido en ia causa que defiende; colmándole, en fin, de elogios y de exageraciones lisonjeras. S.E. contestó del modo urbano y noble que en tales casos exigen la ;usticia y Ja gratitud. El Protector se abrió desde luego a las conferencias más francas, y ofreció a S.E. que pocas horas en tierra serían suficientes para explicarse": nota del secretario Pérez, 2• y 3~. (2) Doc. et. loe. cit. (3) "Al llegar a la casa, preguntó el Protector a S.E. si estaba muy sofocado por los enredos de Guayaquil, siiviéndose de otra frase más común y grosera aún, cual es pelle;erlas, que se supone ser el significado de enre– dos, pues el mismo vocablo fue repetido con referencia al tiempo que hacía que estábamos en revolución en medio de los mayores embarazos": nota Pérez, i '. (4) Así tuvo que ser, porque, como se ve en la nota precedente, la imprudente pregunta se form uló "al llegar a la casa".
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