Historia de la emancipación del Perú: el protectorado

260 GERMAN LEGUIA Y MARTINEZ III Sobrevino inmediatamente la salutación oficial y tras ella, la teatral coronación del ilustre huésped por la radiante guayaqui– leña Carmen Garaicoa; actos que, terminados, dejaron a los pre– suntos conferenciantes sin más compañía que la de sus ayudantes de campo y algún otro al~egado; como el secretario Pérez, O'Leary, Wilson y Mosquera, de parte de Bolívar; Guido y Soyer, de parte de San Martín; y vimos que el Libertador, al ocurrir esa circuns– tancia, mandó a los subalternos referidos retirarse a la antesala; y, tras breves palabras, en que él y el Protector acordaron quedar absolutamente solos, cerró por sí mismo las puertas, a fin de co– menzar la que hemos llamado téte-a-téte inicial, preparatoria o de sondeo, la misma que - como ya expusimos - no duró más que hora y media. ¿Cuál fue el desarrollo y cuáles serían los objetivos de aquella primitiva plática? Dos indudablemente: l? la detenida contemplación de la si· tuación americana, con el cambio necesario y consiguiente de im· presiones, temores, conveniencias y facilidades; y 2? el rápido y desagradable examen de la cuestión Guayaquil, y su solución radi– cal y amarga para el Protector. Respecto a lo primero, Bolívar, orgulloso y satisfecho, hizo a San Martín el resumen del estado brillante, definitivo, en que a la sazón se presentaban los negocios de Colombia. La provincia de Pasto estaba domeñada. Los españoles, vencidos en todas partes, apenas si tenían otro refugio que la plaza fuerte de Puerto Cabello y la ciudad de Coro, Cartagena rendida; Panamá, pronunciada por la emancipación; y la presidencia de Quito, redimida en la glorio– sa acción del 24 de mayo; habían redondeado el territorio co– lombiano. La constitución de Cúcuta, acatada en la nación entera, había, con el abandono de todo principio federativo, asentado fir– me y decisivamente la unidad administrativa, y con ella, la nacio· na!. Las ventajas dondequiera obtenidas por las armas de la Re– pública sobre las de España, y la próspera marcha de los asuntos públicos, constaban de comunicaciones recientes, últimas, reci– bidas del vicepresidente de la Gran Colombia, general don Fran· cisco de Paula Santander; comunicaciones que, para conocimiento y satisfacción de su colega, abriendo por breves momentos las puertas del salón en que se realizaba este díálogo primero, hizo Bolívar pedir al secretario Pérez, y traer por su edecán Tomás Cipriano Mosquera, en cuyo rostro tornaron esas puertas a cerrarse.

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